16. Motivos y sorpresas

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SAMARA

Sorpresivamente mis días fuera del país han dado muchos frutos. Al principio estaba reacia a recibir dicha ayuda, mas no podía negar que la necesitaba a sobremanera y por eso mis padrinos se habían encargado de conseguirme un centro especializado, ubicado en Canadá. Les debía demasiado a ellos y a muchas otras personas más.

El cambio de ambiente me resultó totalmente diferente e incluso agobiante en un principio. Los días parecieron transcurrir lentos y tortuosos. No fue exactamente como lo imaginé. Por unos instantes mi piel se endurecía y no permitía cerner lo que allí me ofrecían. Otras veces me vacié tanto en llanto que creí haber llorado sangre a falta de lágrimas. Lloré y pataleé, pero no estuve sola. Habían muchas más personas como yo, intentando romper la superficie del mar de dolor y respirar, respirar de una maldita y definitiva vez.

Tuve la oportunidad de conocerlas. Personas que habían perdido a seres queridos, personas con mi trastorno por otros motivos y muchas más. No estaba sola, los tenía a todos ellos y en casa, a mi familia y amigos. Soy afortunada en grande, pero algunas de ellas solo se tienen a sí mismas y aquello me resultaba totalmente aterrador.

El encierro me permitió encontrarme a mí misma. Blandengue y demasiado herida por la vida o ciertamente por la muerte de mis seres queridos. Necesité a Alex como nunca, en noches intensas deseé el abrazo reconfortante de Erick y en los días más cruciales de mi estancia, luché por no aumentar el nivel de resentimiento hacia Christine, porque joder, la necesitaba a ella y solo a ella.

Mi hermana sabría qué decir, que hacer, que estúpidas piezas mover en mí para ponerme entre la espada y la pared y casi que obligarme a batallar por esa falta de aire que me privaba de vivir. Sin embargo, no estaba allí, ni lo estaría cuando por fin volviese a casa.

Busqué entender el funcionamiento del mundo para que este me entendiese a mí. Allí, muy dentro de mí, en lo más recóndito de mí ser, había aún una chica de dieciséis que no flaqueaba, que se mantenía en vilo por las noches y que nos sacaba adelante a las dos. Ella era la audaz, la chica lista, la talentosa y soñadora; esa también era yo y me encargué de apropiarme de ello.

Nadie allí me regresó a mis padres, pero sí me ayudaron a encontrar verdaderas ganas de vivir. Porque los motivos ya los tenía, siempre han estado conmigo y yo andaba a tientas y a oscuras cuando por dentro atesoro la lámpara más brillante que jamás se ha podido ver.

No le dieron respuesta a mis problemas, ni me vendieron una pócima mágica que me devolviera a mis padres, no. Allí aprendí a ver y a sentir más a allá de la realidad. A detectar en mí las herramientas para vencer los inevitables episodios y crisis hasta que algún día pueda cantar victoria definitiva contra ellos. Me enseñaron que aunque no soy la causa, soy la consecuencia y también la solución. Que el ahogo permanente se puede controlar, que lo peor que puedo hacer es callarme los sentimientos y enterrarlos en mi pecho, porque deben ser exteriorizados irrevocablemente para dominarlos y replantearlos de una manera positiva.

Sentí que había regresado renovada en muchos sentidos. No fue fácil, pero se sintió tan necesario, tan bien y tan correcto.

Ya de vuelta en Houston la primera de mis amigos que me recibe es Suzanne. Su cara lo dice todo y supongo que la mía, también. Nos abrazamos en silencio porque son años de amistad que no podemos pretender romper por nimiedades del destino. Nada de lo ocurrido vale una separación de las dos. No me juzga de buenas a primeras, sé que me visitó en el hospital, pero no tenía permitido demasiadas visitas.

Al separar el abrazo nos miramos brevemente para volver a cerrar los espacios entre nuestros cuerpos. Me aferro a ella y las lágrimas me abandonan sin piedad.

Into you © ✔️ [En español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora