SAMARA
Despertar al lado de Christine es un bálsamo para mi alma. Luce tan angelical y tranquila. Quizás un poco más en paz de lo que jamás estuvo. Es ella y es mi hermana.
Honestamente nunca imaginé encontrarme con esa verdad. Yo andaba necesitándola en mi vida, sintiendo el filo de su traición, el peso de su abandono, pero ni de cerca habría podido sospechar dichas razones. Nuestra familia ha estado últimamente plagada de tantos secretos que ya no me parece raro que en cualquier momento se descubra que Alex y yo tampoco somos sus hijos o que mi madre sabía de la existencia de Eliza, o peor aún, haya otro hermano perdido por allí.
La observo dormir un poco más y en mí se enciende la necesidad de su abrazo.
Siempre funcionamos de manera perfecta. Ella es la mayor de nosotros y la hija ejemplar; nunca fue de actuar sin premeditar nada, por ello me afectó tanto su partida porque en el fondo sabía que lo pensó demasiado antes de hacerlo; no es del tipo impulsiva, es más bien calmada, centrada y a su lado te puedes sentir confiada y segura. Da los mejores consejos del jodido mundo. Es brillante en todo lo que hace y resta decir que si antes la admiraba ahora lo hago aún más.
Ella se enfrenta a la vida sin temor; yo creí que había heredado el carácter de mi madre, pero supongo que solo aprendió de la mejor. Mi padre le ofreció todo el espacio que quiso para desarrollarse, para ser ella y nada más que ella. Jamás la limitó en nada —nunca lo hizo con ninguno de nosotros—. La dejó ser y tomar decisiones bajo su propio riesgo.
Se ganó una beca universitaria pese a que nuestros padres hubiesen podido perfectamente pagarle la que quisiera y la defendió hasta el final con garras, manteniendo el mejor promedio de su clase. Nuestra familia estaba orgullosa de ella. Yo siempre quise ser tan brillante como Christine y tan genial como mi hermano.
Alex es el hijo del medio, el varón, el que le provocaba hinchazón de pecho a mi padre con cada una de sus victorias y logros en los diferentes deportes que incursionaba. Ambos sabían que lo suyo no iban a ser los negocios familiares.
Tampoco se le limitó en nada, se le permitió probar aquí y allá hasta decidirse por el basquetbol. Esa es su pasión y mentiría si dijese que lo hace mal. No en vano está a punto de ser fichado por uno de los mejores equipos del país.
De los tres, Alex es quien carga el carácter más volátil aunque se diga que esa soy yo. Sabe lo que quiere y va por ello atraviésele lo que se le atraviese. Siempre ha estado rodeado de amigos y de gente, pero solo como algo casual porque la hermandad que existe entre él y Erick no se puede comparar con ninguna otra.
Ajá, esa misma hermandad que tú estás jodiendo.
Es el gracioso, imponente y extrovertido. Las mujeres deliran con él en sus sueños y eso lo ha llevado a elevar su ego más de lo que amerita. De pequeño era de las travesuras, el que ideaba los planes macabros que luego ejecutábamos entre los dos y el que recibía los castigos por mí cuando exageraba mi nivel de rebeldía.
Éramos cómplices perfectos. Él cumplía mis caprichos y secundaba mis decisiones. Me cuidaba como nadie porque mi padre así le enseñó. Christine ya estaba grande y ella sola podía cuidar de los dos, pero aun así Alex velaba por nosotras, tanto dormido como despierto.
Aquello nunca me disgustó en lo absoluto porque no se sentía mal. Amaba que mi hermano me protegiera con uñas y dientes, que me enseñara a enfrentar la vida con la cabeza en alto y que me contagiara de esa forma de ser tan fresca y divertida.
Y luego estoy yo que parezco una combinación loca de los otros dos. Un trío poderoso como solía decir mi madre, el equipo perfecto.
Me giro dándole la espalda a Chrissy anhelando su abrazo. Como si me leyera el pensamiento en medio de sus sueños, me rodea la cintura con un brazo y me atrae hacia ella. Aquello se siente bien, demasiado bien.
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Into you © ✔️ [En español]
Teen Fiction[Completa] Esta quizás les parezca una típica historia de amor. Pero no hay hombres lobos, ni vampiros, ni brujas, ni seres mágicos... Solo estamos ella y yo. Ella es la luz y la oscuridad. La paz y la guerra. Mi á...