Capitulo 2

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—¡Hinata! —exclama su padre—. Me he preocupado tanto por ustedes... ¿y Hanabi?

La voz de ella chilla de sorpresa y temor:
—Hanabi... papá, es que en el pueblo hubo un disturbio y....

Hiashi pasa a su lado y se detiene frente a la caja del switch, desde la que un tubo se introduce en el suelo. Cada casa tiene una para regular la carga eléctrica que mantiene encendida las luces.

—Se fue la luz. —menciona en un tono triste—. ¿Qué pasó?

Hinata se sienta en la silla del comedor.

—La capturaron robando —suspira y se recuesta.

Ambos se miraron y Hiashi desvió la vista hasta la caja de electricidad sin saber que decir, sin querer moverse, sin el menor deseo de mirarla. Hiashi se dirigió a la habitación, incapaz de quedarse ahí, donde de seguro no podía lamentarse por Hanabi.

Sacude la caja como si golpear esa maldita cosa les fuera a devolver la luz, el afecto y la esperanza. Sus movimientos son cada vez más hostiles, más excesivos, hasta irradia cólera. No contra ella ni contra Hanabi, sino contra el mundo.

De repente, ella también se enoja y maldice a los ricos y al rey, al aislamiento, y a cualquier cosa que se le viniera a la mente. La caja de metal está fresca al tacto, ya que hace tiempo que ha perdido el calor de la electricidad.

Se concentra en la búsqueda de la energía eléctrica, en recuperarla para probar que aún algo tan pequeño puede marchar bien en un mundo que va tan mal.

Por encima de ellos la luz del zaguán regresa con un zumbido.

—Bueno, ya era hora...—dice su padre entre dientes.

Da vuelta en el lodo, y avanza de nuevo hacia la polea. Ella lo sigue en silencio, sin querer mencionar que ambos tienen que buscar la manera de sacar a su hermana de un lugar sin nada de dinero.

—Ya basta de huir —dice y se agacha en el aparato.

—Ya basta de huir —confirma, más para ella que para él.

El equipo rechina a causa de la presión y sube a su padre al záguan. Ella sube más rápido por las escaleras, así que lo espera arriba, donde, sin decir palabra, lo ayuda a zafarse.

—¡Vaya porquería! —rezonga cuando desprenden por fin el último broche.

Él voltea a verla con dureza y le toma la mano.

—Lo siento, papá.

—No te preocupes. Buscaremos una solución —sus ojos se nublan al decir eso y se esfuerza por no dejar de hablar en voz baja y serena—. Nunca mejoraremos, Hinata. Jamás nos sentiremos mejor. No puedo darles esperanzas donde no las hay, no cuando se que nunca se cumplirán, ¿entiendes?

Él sabe lo que la esperanza le ha hecho a su hija y se dulcifica.

—¡Como quisiera que las cosas fueran distintas!

—Todos querríamos que fuera así.

Pese a todo aquello, quería darle un abrazo a su padre. Y poderle decir a Hanabi en ese momento que todo estaría bien. Pero no tenía ni ganas de hacer lo primero, ni tampoco podría volver a ver a su hermana menor.

Hinata saca la carta que le había dado aquel chico de la cajita donde guarda la correspondencia. Al menos, eso, podría calmarla. Todavía podía pensar en sus bromas, sus palabras y era como si la voz de él estuviera atrapada en el papel. Pero mientras relee vagamente la carta, la invade una sensación de pavor.

 Enamorada de mi cuñado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora