El comienzo.

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A pesar de que a Hinata Hyuga le habían advertido durante toda su vida que no aceptara dinero de desconocidos, hizo una excepción un cierto día... y descubrió muy pronto porque debía haber escogido el consejo de su padre.




Sucedió durante una de esas raras ocasiones donde su hermana Hanabi, disfrutaba de un día libre en el colegio y, tal como era costumbre, Hinata y ella habían ido al pueblo a ver la tienda de antigüedades de su amigo Kiba Inuzuka. Le había costado dos semanas de trabajo en la floristería ahorrar el dinero suficiente para comprarse los aretes de cobre y diamante rojos. Dado que eran los únicos en su especie que quedaban en todo el pueblo. Hinata y Hanabi siempre habían sido demasiado unidas a pesar de los tres años de diferencia que las separaban.

—Hinata —la llamo Hanabi al regresar de la tienda de los Inuzuka—

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—Hinata —la llamo Hanabi al regresar de la tienda de los Inuzuka—. ¿Tienes algo más de dinero?

Ella negó con la cabeza y la miro de forma inquisitiva.

—Me temo que no. Te di todo lo que tenía ahorrado, ¿por qué?

Con un breve suspiro, Hanabi se apartó de un mechón de cabello de color roble que le había caído sobre la frente.

—Han doblado el precio de los aretes que quieres... Al parecer es mucho más caro de lo que pensaban.

—Pero el anuncio no decía nada acerca de un aumento de precios —masculló Hinata con indignación. Bajo la voz, y susurro—: por las campanas del infierno.

Rebusco en su monedero con la esperanza de encontrar alguna moneda que hubiera pasado por alto.

Hanabi tenía sólo catorce años, echó una ceñuda mirada al enorme cartel que había colgado entre las columnas y la tienda. Desde la nueva apertura habían recibido mucho más clientes de lo habitual y se mostraban siempre impacientes por contemplar las maravillas de las antigüedades y sus objetos peculiares... "es como volver atrás en el tiempo" escuchaba decir a los aldeanos que salían.

La menor de las Hyuga le arrebató el monedero de las manos a Hinata, tiro del cordón que lo cerraba y se lo devolvió a su hermana.

—Tenemos dinero suficiente para comprar algún reloj antiguo —dijo de forma práctica—, pero no esos aretes. Si quieres entra tu, a mi no me apetece volver.

A sabiendas de que su hermana mentía a su favor, Hinata negó con la cabeza.

—Desde luego que no, entra tu. Yo puedo venir otro día siempre que quiera... eres tú quien siempre está en el colegio. Además Kiba nunca abre la tienda más de cuatro horas. Iré a alguna de las otras de por aquí mientras estás adentro.

—¿Para que comprar sin dinero? —Pregunto Hanabi y sus ojos perlados reflejaban una franca incredulidad—. Vaya, eso si parece divertido.

—Lo mejor de ir de compras es ver las cosas, no comprarlas.

 Enamorada de mi cuñado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora