Capitulo 36

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Comieron en silencio. La inquietud se apoderaba de Hinata. ¿Por qué Hanabi se mostraba tan recatada? Aunque es extraño, puesto que Hanabi tenía un novio que vivía en la plaza cerca del taller de costura, no se imaginaba que su hermana menor hubiera hecho algo con aquel misterioso chico. Por supuesto, la reacción que tuvo al ver a Naruto solo hizo hacerla consciente de la ingenuidad e inocencia de su hermana menor.

O eso quería creer. Un poco cautelosa se vuelve hacia Hanabi en la silla. Por supuesto, no se acerca demasiado, lo que le permite que Naruto escuche.

—Hanabi, ¿tienes algo de dinero? —le pregunta, en voz baja—. Quiero comprarle algo de ropa a Naruto.

—N-No tengo nada, lo último que tenia lo he usado para la comida de la semana —contestó, metiéndose un trozo de tostada en la boca. Hinata se dio cuenta de que le temblaban las manos.

Naruto observaba a las hermanas consecutivamente, de Hinata a Hanabi, Hanabi a Hinata. ¡Vaya que tenían tremendo parecido!

—¿De verdad? ¿No ha sobrado un poco? —insistió Hinata—, papá debe tener algo guardado en su...

—¡No! —la corto Hanabi, después de masticar—. Esta semana lo ha usado absolutamente todo.

—¿Y ahora? —Hinata se recostó en su asiento—. ¿Tendremos que verlo en bata todo el día? —jugo con el huevo frito de su plato.

Hanabi casi se atraganta con el té de chia.

—P-Pero conozco una forma —tosió—. Tengo un amigo en el taller que puede darte algo de ropa. Sólo tendrías que ir y decirle que vas de mi parte.

—¿Están hablando sobre mi? —Naruto interrumpió a las hermanas—. Porque puedo oírlas, ¿saben? Estoy en frente de ustedes —sonrió irónico.

Hinata lo miro amenazante.
—¡Tú, guarda silencio! —le espetó—. Casi has matado del susto a Hanabi.

—¿Eso es lo que a ti te ha parecido? —la sonrisa blanca del chico se ensanchó—. ¿Te he asustado, Miss Hyuga? —y sus ojos se clavan en Hanabi, con un escrutinio que la obliga a mirarlo.

—Y-Yo no diría que me asustaste —Hanabi deja el cubierto en la mesa.

—¡Hanabi! Cómo puedes decir eso, ¿eh? —le dice Hinata seriamente—. Mira, te tiemblan las manos, ¿te pasa algo?

—¿Qué? Joder, no es nada. Sólo son los nervios de tenerte aquí...

—Vale, tengo que irme —Hinata se pone de pie—. Vuelvo en un rato. No me tardo.

Naruto se levanta al mismo tiempo.
—Voy contigo —le dice.

—¡No! —se niega rotundamente—. Te quedas.

—Pero quiero ir —le insiste, con una mirada de cachorro triste—. Por favor...

Hinata se sonroja un poco.

—No voy a caer en tus manipulaciones, alteza —le contesta, esforzándose por sonar dura—. Debes quedarte. Nadie puede saber dónde estás, ¿entiendes? Además, ayudarás a Hanabi con la casa mientras yo me encargo de tu ropa.

—Joder, vale —masculla él, derrotado—. Me quedo. Estaremos bien, ¿no, Hanabi?

—¿Ah? —Hanabi voltea a mirarlo, distraída—. ¡Ah, sí, sí...! Bien...

—Genial —sonríe Hinata—. Vuelvo en breve. Y por favor, no la molestes, ¿quieres? —le lanza una mirada de advertencia a Naruto.

—Soy un santo, jamás podría —levanta las manos en gesto de falsa inocencia.

 Enamorada de mi cuñado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora