Capitulo 4

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Su nueva vida retumba en su cabeza mientras las doncellas le preparan la ropa. Las tres chicas trabajan con rapidez y eficacia, sin hablar entre sí.

Durante muchos y angustiosos minutos ellas tratan de convertir a Hinata en una princesa apta, la bañan, la peinan, la pintan hasta convertirla en una cosa ridícula que se supone que debe ser. El maquillaje era lo peor, sobre todo la espesa pasta blanca que vierten en su piel. En el espejo, pareciera que el polvo hubiera cubierto el tono vivo de su piel. Con una exclamación, se da cuenta de que estaba hecho para esconder el rubor natural de sus mejillas.

Con su nueva piel y sus ojos y labios oscuros, parece una princesa fría, cruel, una navaja viviente. Parece una princesa helada. Tenía muy buen aspecto. Y no lo soporta.

¿Cuanto tiempo durará eso? Ser la novia de un principe. Hasta en su cabeza parece una locura. Porque lo es. Ningún príncipe en su sano juicio se casaría con ella. Ni para sofocar una rebelión ante sus padres, ni por cualquier otro motivo.

Cuando las doncellas le aprietan el vestido angosto, se siente un cadaver que arreglan para su entierro. Las jóvenes como ella no se casan con príncipes así.

Mucho menos con un príncipe que no conocía. Ni tenía sentimientos por él.

El vestido es violeta salpicado de plata y está hecho de seda, y encaje trasparente. Cuando una de las doncellas alarga la mano en dirección a sus aretes para tratar de quitarle lo ultimo de su antigua vida, le invade el terror.

—¡No los toques!

Ella retrocede de un salto, parpadeando, y las otras se congelan ante su arranque.

—Perdón, yo...

Una princesa nunca se disculparía.

Carraspea y recupera la calma.

—Déjenme los aretes —el sonido de su voz es fuerte, duro... majestuoso—. Quítenme todo lo demás, pero déjenme mis aretes.

Esas baratas piezas de metal, era una representación de su padre y Hanabi.

—Te sienta bien ese color.

Cuando Hinata se da la vuelta, ve que las chicas se encorvan con una reverencia idénticas. Y frente a ellas, Naruto. De súbito se alegra de que su maquillaje no la haga ver su sonrojo.

Él hace un rápido gesto de desdén y las doncellas salen volando de la habitación, como ratones que huyen de un gato.

—Soy nueva en esto de la realeza pero no creo que debas estar aquí, en mi cuarto —imprime su voz con el mayor desprecio posible. Después de todo es culpa suya que ella esté metida en ese lío.

Se acerca a ella e, instintivamente, Hinata da un paso atrás. Sus pies se atoran en el bies de su vestido y la obligan a decidir entre moverse o no caer. No sabe que es menos deseable.

—Vine a ofrecerte mis disculpas, algo que, como comprenderás, no pude hacer en público —se para en seco al notar su molestia. Se muerde el labio mientras la inspecciona, quizás estaba recordando a la chica que apenas anoche trató de robarlo—. Lamento haberte metido en esto, Hinata.

—Hinata Hyuga —hasta pronunciar su propio nombre le deja un mal sabor—. La esposa de tu hermano, así es como le verán ahora, ¿recuerdas?

—Ya se —parecía algo molesto por ese último hecho—. Lo siento, no pensé que... llegarían a esa conclusión tan poco adecuada.

—No creo que nada aquí sea adecuado.

Él la escudriña con la mirada, y ella siente que la piel le arde.

 Enamorada de mi cuñado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora