Capitulo 24

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Atención: capítulos muy explícitos.




Lo que le había propuesto era al pie de la letra. Y por un instante contemplo cómo Naruto empezó a obedecer a rajatabla todo lo que le pedía.

Luego de masturbarse un poco frente a él, algo nuevo para ella también, lo ve completamente desnudo ante ella y, admiro una vez más su cuerpo fornido, duro y fuerte.

Con una sonrisa distingue las marcas del cinturón en su trasero cuando se da la vuelta; no eran muchas porque pasado el primer momento de ira ante su desafío, lo azoto sin saña

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Con una sonrisa distingue las marcas del cinturón en su trasero cuando se da la vuelta; no eran muchas porque pasado el primer momento de ira ante su desafío, lo azoto sin saña.

En realidad, no disfrutaba infligiéndole dolor, eso lo sentía, pero tenía tanta ira que pensó que era necesario, y que él necesitaba sentirse intimidado.

Castigado. Sometido. Provocándola hasta que lo hizo, y esas pinceladas rosadas en su trabajado trasero eran una prueba de ello.

Le encantaba...

Las velas en la habitación de Naruto tardaron un poco en hacer olor a sándalo, a madera noble, que se extendió por el aire.

Naruto tenía una expresión concentrada, seria; ya no estaba jugando, o ya no se sentía incómodo y parecía querer desafiarla con gestos minúsculos.

—Acuéstate —le pide ella, mordiéndose el labio inferior.

Hace lo que se le ordena, y se echa sobre su cama, abre los brazos en cruz dejándolos caer cerca de las tiras que Hinata había dejado a cada lado de los respaldos.

Lo ve cerrar los ojos. Honestamente, era lo que suponía, porque cuando le ata las muñecas a la cama no puede verlo a la cara.

Ella se toma su tiempo, puede oler el perfume en el cuerpo de Naruto y siente ganas de besarlo.

Aún así, se obliga a no hacerlo. A no salir del personaje.

Cuando lo ve, sus ojos azules tiene una mirada ya humillada después del numerito de su masturbacion, a él le habría encantado hacerlo.

Se acerca a él y ve que ha vuelto a cerrar los ojos.
Pensó que sería mejor, pues ya no tenía intención de castigarle y no quería que la desafiara.

Pero reconocía que se excitó cuando observó cómo el chico luchaba contra sí mismo para someterse ante sus órdenes.

—¿Cómo estás? —le pregunto mientras termina de amarrar sus muñecas.

—No lo sé, realmente —responde él, y ella sabe que es sincero.

Lo veía en su rostro, no del todo relajado aunque tampoco tenso, en sus brazos que soportan el encierro sin dar señales de nerviosismo.

Y en su miembro, que parecía activarse con su voz, con el roce de sus dedos, ella sonríe victoriosa.

—Abre los ojos —le dice, y cuando lo hace se siente la mujer más atractiva de la tierra. Sus pupilas la adoran, a pesar de que ya la había visto desnuda, se clavan en sus ojos y brillan cuando se cruzan con sus pupilas.

 Enamorada de mi cuñado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora