El sol se colaba por mi ventana y vaya que molestaba en el rostro, me levanté para cerrar la cortina pero el fuerte dolor de cabeza me regresó a la cama, claro, la cruda por la buena borrachera de la noche anterior, pero bueno, había sido mi cumpleaños treintaiuno, tenía que festejarlo, apenas recordaba lo sucedido pero tuvo que estar muy buena la fiesta, iba a intentar levantarme de nuevo cuando mi madre entró por la puerta con un vaso de agua y un par de pastillas efervescentes, su mirada me decía que estaba molesta, ¿Habrá pasado algo malo en la fiesta?
—Hola mamá—saludé tratando de levantarme.
—Buenos días Carlos—respondió colocando el vaso en la mesita de noche—, ¿Cada año vas a hacer estas fiestas que sólo terminan en destrozos y gente tirada en el suelo de lo borrachos que terminan?
—Mamá—me quejé echando las pastillas al vaso—, era mi cumpleaños.
—Pero tus festejos siguen siendo como si estuvieras en tus veinte...
—Mamá—comenzaba a fastidiarme, iba a empezar con que ya madure, que siente cabeza y me comporte como alguien de mi edad.
—Está bien, está bien—suspiró—, no te diré nada cariño, pero por favor, ya tienes treintaiún años, date una ducha y baja a desayunar.
—Ok—asentí viéndola salir.
Dejé que el agua recorriera mi cuerpo sintiendo cómo se relajaban mis músculos, pensando en las palabras de mi madre que a decir verdad escuchaba cada vez más seguido, que madurara, que me comprometiera con una mujer, de inmediato pensé en Aurora, teníamos un tipo de relación pero sin ningún compromiso, ella podía salir con alguien más si lo deseaba y yo podía hacer lo mismo y claro que lo hacía, recordé que Ernesto, mi hermano mayor era igual que yo hasta los veintiocho años que conoció a Claudia al ayudarla en una demanda en contra de un ex novio, se casaron al año siguiente y ahora vivían en una hermosa casa cercana al rancho, dentro de las mismas tierras pero independiente, querían su privacidad y claro que lo entendimos, querían comenzar a formar una familia lo más pronto posible pero al parecer el destino no estaba en la misma sintonía, ya que después de cuatro años no habían logrado embarazarse, me sentía un poco triste por ello pues sabía el enorme deseo que tenían de tener un hijo y a mí por supuesto me encantaría un sobrino, soy un buen tío, ahí estaba David, el hijo de mi pequeña hermana, Adriana, solté un suspiro, realmente la pasó mal, se embarazó muy chica y a todos nos cayó de golpe la noticia, pero sabíamos que estaban muy enamorados, se casaron de inmediato y todo parecía ir de lo mejor, estábamos emocionados por la llegada del bebé, fue uno de los días más felices para todos, jamás olvidaré la expresión de Alonso al ver por primera vez a su hijo, no pude evitar sentir escalofríos de imaginarme a mí teniendo un hijo, eso no estaba en mis planes y tampoco en los de Ernesto en ese tiempo, cuando cargué a mi sobrino por primera vez supe que lo iba a amar y proteger siempre, eran una verdadera familia feliz, Alonso hacía todo por ver y hacer feliz a su pequeña familia, y nosotros lo estimábamos mucho por ello, parecían la pareja de los programas de televisión con el clásico "Y vivieron felices para siempre", bueno, su para siempre sólo duró cuatro años, él venía de regreso de su trabajo, era una tarde-noche lluviosa, el granizo era abundante y la visibilidad casi nula, pensó en orillarse y esperar a que la tormenta aminorara un poco, pero lo pensó demasiado, al dar vuelta en una curva llegando ya al paradero chocó de frente con otro auto siendo el de Alonso el que fue a dar al fondo de un barranco, casi no pudieron hacer nada esa noche por la intensa lluvia, fue hasta la mañana siguiente que al fin lo encontraron pero ya era muy tarde, el hombre había muerto, la autopsia reveló que murió casi al instante del accidente, fue un golpe demasiado duro para Adri, casi no lloró en el funeral, estaba en shock, parecía que no estaba ahí, ni siquiera parecía escuchar las condolencias de la gente, estuvimos junto a ella a cada momento, incluso su suegra que a pesar del dolor por perder a su hijo no quiso separarse de ella, entendía por lo que estaba pasando pues también era viuda, cada noche dormía con ella mi madre o Laura, la madre de Alonso, y Ernesto, mi padre o yo nos encargábamos de cuidar a David, cayó en una profunda depresión que temimos perderla a ella, hasta que un día, la saqué de la casa, la subí a un caballo conmigo y recorrimos los campos del rancho a todo galope, hasta que su voz me detuvo, era la primera vez que hablaba después de lo sucedido.
ESTÁS LEYENDO
A Rienda Suelta ©
RomanceUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...