Capítulo 32 "Me voy"

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Entonces los nervios comenzaron a invadirme, ya me había hecho a la idea de que no iría, y ahora, estaba comprando nuestros boletos, también comencé a pensar a pensar qué usaría para disimular el embarazo, aunque Serge había prometido estar lo más lejos posible de ellos.

Salí un momento del consultorio para ver a Daniel, encontré a Serge saliendo a la sala de espera por lo que se acercó de inmediato.

—Hola doctorcita—me abrazó dándome un beso en la frente.

—Hola, ¿Y Clau?

—Con Dani, también está Ernesto.

— ¿Alguna mejoría?

—No—suspiró—, al contrario.

— ¿Qué pasó?

—En la mañana bajó su presión arterial, afortunadamente la pudimos estabilizar.

—Ojalá ya despertara.

—Pues ojalá, ahora tengo que estar más al pendiente de él.

—Algo me dice que no te irás conmigo a Monterrey.

—Lo siento Xime.

—No te preocupes—sonreí—, es mejor que estés al pendiente de Dani, yo estaré bien.

—Te voy a alcanzar allá.

—Suponiendo que despierte antes de dos meses, ojalá que sí.

— ¿Segura que estarás bien?

—Sí, de verdad no te preocupes, bueno, yo venía a decirte que ya compré los boletos para la charreada.

—Ok—sonrió—, tenemos que llegar temprano y ver dónde se sentarán los Montaño e ir al lado contrario.


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Llegué a Guadalajara un par de días antes de la charreada, Ernesto ya se había encargado de reservar las habitaciones de hotel así que llegué ahí directamente, dejé mis cosas y salí hacia el lienzo charro donde sería la competencia, en el interior del "Rancho los 3 Potrillos", tenía que ver dónde nos tocaría poner nuestro equipo y agendar horarios para las últimas prácticas, dejé todo listo y me dirigí al hospital, no vi a Ernesto ni Clau así que supuse estarían con Dani, los que sí estaban ahí eran Serge y Xime.

—Hola—saludé a ambos— ¿Cómo está Daniel?

—Igual—suspiró Serge—, pero al menos su presión arterial está estable, los dejo, tengo que revisar a otro paciente.

—Claro—asentí.

—Yo también ya me voy—dijo Xime caminando hacia la salida.

—Espera—la tomé del brazo deteniéndola—, vamos a comer.

— ¿A comer? —arqueó una ceja.

—Sí—asentí—, aquí cerca.

—Está bien—suspiró.

Tomamos nuestros lugares en la terraza del restaurante y pedimos nuestra orden, se veía un poco inquieta y no hacía otra cosa que acomodarse la chaqueta.

— ¿Estás bien? —pregunté.

—Sí—volteó a verme — ¿Por qué?

—Te ves inquieta ¿Tienes frío?

—Emm... sí—asintió—, es eso, creo que me voy a resfriar.

—Ajá—arqueé una ceja—, bueno, ¿Quieres una copa?

—No—dijo de inmediato—¸ no puedo tomar alcohol.

— ¿Por qué?

—Este... estoy tomando medicamento, te digo que me quiere dar un resfriado.

A Rienda Suelta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora