Capítulo 7 "¿A qué estás jugando?"

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Casi no pude dormir pensando en todo lo ocurrido, quería que me dijera todo de una vez, intenté hablar con él después de dejar a David en el colegio.

—Tengo que ir a la destilería—fue su respuesta.

Lo intenté de nuevo cuando regresé de recoger al niño.

—Tengo que ir a los huertos—dijo.

De nuevo lo intenté por la tarde.

—Tengo trabajo en la veterinaria—respondió.

En la noche ni siquiera bajó a cenar y por lo tanto de nuevo no pude hablar con él, y así fueron dos días más en los que sólo me ponía mil pretextos para no hablar conmigo y eso ya me estaba cansando, llamé a Serge para contarle todo lo sucedido quien me dio una de sus locas ideas pero que acepté hacer por más vergüenza que me diera.

— ¿De dónde sacas tanta idea tan loca?

—De mi mente brillante querida—respondió orgulloso—, así que ve, tienes bastante tiempo antes de que el pequeño salga de sus actividades.

Ese día David saldría más tarde del colegio pues tenían planeada una actividad deportiva con todos los niños, así que tiempo había de sobra, el día era bastante caluroso y eso ayudó a la idea de Serge, abrí mi armario y comencé a buscar mi arma, un bikini negro que sólo había usado una vez y por perder una apuesta contra Serge, me lo había traído él mismo cuando nos visitó seguro de que lo usaría, en ese momento me dio risa pero ahora, me lo estaba poniendo, busqué un pareo, mis lentes de sol y salí hacia el área de piscina, Carlos estaba en el ruedo platicando con otro hombre que no reconocí pues estaba de espaldas a mí, me quedé de pie esperando a que notara mi presencia, mi corazón latía cada vez más acelerado y empezaba a dudar de lo que estaba haciendo, pensaba seriamente en volver a la casa cuando al fin me notó.


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Había insistido algunas veces en hablar conmigo pero, no me sentía seguro de hacerlo, me seguía doliendo y molestando su desconfianza y lo que había sucedido con Mauricio, yo sabía que ella no tenía la culpa más que de dejarlo entrar pero bueno, ella no tenía idea de las verdaderas intenciones de ese imbécil, no era una clase de castigo ni nada por el estilo, pero tenía que estar seguro de que al menos me creería, ambas cosas, la situación con Aurora y las cosas que Mauricio había hecho a lo largo de todos estos años; siempre que me pedía hablar buscaba cualquier pretexto para no hacerlo y sabía que eso en cualquier momento la cansaría, hablaría con ella esa noche, después de la cena. Salí de casa después de desayunar, más temprano que de costumbre para no verla y me dirigí a las caballerizas, a revisar a los toros y después al ruedo pues Adrián había llegado, estábamos a mitad de plática sobre la próxima charreada cuando noté a alguien cerca de la piscina, ¿Esa era...?

Tuve que voltear dos veces para asegurarme de que lo que veía era real, dejé de escuchar a Adrián y mis ojos se concentraron en verla, se deshizo del pareo dejando ver ese precioso cuerpo que poseía, mi corazón se aceleró y mi entrepierna se volvió loca, escuché un par de silbidos por lo bajo a mis espaldas cayendo en cuenta entonces que yo no era el único que la estaba viendo, Adrián se giró quedando boquiabierto de inmediato.

— ¡Caray!—exclamó mi amigo— ¿Quién es ese monumento?

—Es la niñera de David—respondí viéndola colocarse crema bloqueadora en sus piernas.

—Vaya mujer tan sexy, preséntamela ¿No?—en ese momento reaccioné.

—No—respondí de inmediato, esta vez sí estaba completamente seguro de que la quería para mí—, ahora vuelvo, y ustedes—me giré hacia los empleados—, vuelvan a trabajar.

A Rienda Suelta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora