Capítulo 3 "No está bien"

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Dormí mejor de lo que pensé gracias al masaje que me dio en la noche, aunque claro que me dolía el golpe, me levanté despacio y me dirigí al cuarto de baño a refrescarme, comencé a pensar en qué hacer ese día pues era obvio que no podría practicar y aunque lo intentara Ximena me lo impediría, salí al balcón después de ponerme unos pantalones deportivos viendo el hermoso amanecer que sólo ese lugar me regalaba, a lo lejos vi a dos empleados ocupándose de los cuidados de los caballos, a Pachita entrando a la casa llevando la leche, pero lo que en verdad me llamó la atención fue Ximena, al parecer había salido a correr por el rancho, se veía tan bien, sus leggins de licra completamente ajustados a sus curvas, y un top negro que sin duda le quedaba a la perfección, su abdomen se veía ejercitado y en su ombligo brillaba lo que parecía ser un piercing, la escuché entrar a la construcción saludando a Pachita y después sus pasos subiendo las escaleras, salí de mi habitación encontrándonos de frente pudiendo así observarla mejor, tenía la respiración agitada y ahora podía ver más de cerca su sexy figura, no me había equivocado, era un piercing lo que brillaba a lo lejos, unas gotas de sudor bajaban por su cuello perdiéndose en la línea de sus senos, qué sexy.

—Buenos días Carlos—saludó guardando sus audífonos en una pequeña cangurera—, ¿Cómo te sientes?

—Buenos días—respondí aclarando mi garganta—, un poco mejor gracias, aunque aún siento dolor, supongo que no podré practicar ¿Cierto?

—Estás en lo correcto—asintió—, y qué bueno que te veo, sirve que te vuelvo a poner ungüento.

—De acuerdo—asentí recordando lo sucedido la noche anterior.

—Oye—comenzó a decir mientras me recostaba boca abajo en la cama—, como no podrás practicar, ¿Tienes problema en cuidar hoy a David?

— ¿Vas a salir?—arqueé una ceja volteando a verla.

—Si me voy a quedar aquí más tiempo necesito ir a Guadalajara por más cosas y a ver a mi colega para que se siga haciendo cargo de mis citas.

—Ah—asentí—, sí no te preocupes, aunque se me ocurre algo mejor.

— ¿Qué cosa?—preguntó ladeando la cabeza frunciendo el ceño.

—Podemos ir contigo.

—Pero tu espalda...

—No me va a pasar nada, y no me quiero quedar aquí todo el día aburriéndome como una ostra, por favor, te prometo que me portaré bien—intenté sonar como un niño provocando su risa.

—Bien—aceptó entre risas—, pero si en el camino sientes molestia me lo dices para detenernos para que descanses.

—Te lo prometo—sonreí, la verdad es que no tenía problema en quedarme en el rancho pero aunque no lo entendía, no quería pasarlo sin ella, igual iba a ir a hacer nada a Guadalajara pero con ella.

Salimos en cuanto terminamos de desayunar, el pequeño se veía emocionado por ir a la ciudad y yo por acompañar a Ximena, se veía muy guapa, portaba unos jeans rotos ceñidos a sus piernas acompañado de una camiseta negra ajustada a su figura, mi sobrino también se veía muy bien, esa mujer tenía buen gusto para vestir, yo opté por unos vaqueros negros con una camisa blanca, acomodé a David en el asiento trasero y me dirigí al asiento del conductor pero fui detenido por una delgada mano.

— ¿A dónde?—preguntó arqueando una ceja.

—Al auto—me encogí de hombros.

—Tú no puedes manejar así—negó con la cabeza mientras me empujaba hacia el lado del copiloto—, te puedes lastimar, así que tú te vas aquí o no vas.

A Rienda Suelta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora