—Carlos—dijo viendo la foto.
— ¿Esto es lo que me ibas a decir?
—Bueno, sí...
— ¿Ah sí? —la interrumpí— ¿Ibas a confesarme que me engañas con él?
— ¿Qué? No, yo no te he engañado...
—Pues esta imagen dice lo contrario Ximena, ¿Desde cuándo me has estado viendo la cara de imbécil?
—Carlos, cálmate.
— ¡No! —me levanté del sillón— Todo este tiempo estuviste con él, jugando a la buena mujer conmigo, ¿Tuviste algo que ver con lo del rancho?
— ¡Por supuesto que no! Ni con lo del rancho ni con él, déjame explicarte esto—señaló la foto.
—Te escucho—me crucé de brazos.
—Yo estaba en el restaurante esperando a Serge cuando Mauricio llegó, me preguntó si ya estaba celebrando que habían recuperado el rancho, así que yo ya sabía la noticia antes de que la dijeran, me reprochó que la policía estaba tras él y que ahora debía huir, le respondí que me daba gusto que todo fuera como debía ser, que afrontara las consecuencias de sus actos y se largara de mi mesa, dijo que se iría pero no sin antes hacer algo, entonces me besó, me quité y le reclamé, pero ahora veo esto y me doy cuenta de que todo su acercamiento fue planeado, ve la foto Carlos—me la extendió—, se nota que me tiene a la fuerza.
— ¿Sabes? Ahora entiendo porqué no quisiste quedarte todas las noches conmigo, querías tu tiempo para poder verte con él.
— ¿Escuchaste algo de lo que te dije?
—Sí, te escuché, pero solo porque quería saber qué pretexto ibas a inventar.
— ¿Inventar? Carlos, te estoy diciendo la verdad, ¿No me crees?
—No—dije con frialdad—, no te creo nada, para mí esta foto ni siquiera necesita explicación, seguramente las noches que no estabas conmigo las pasabas con él y a mí me tenías de tu pendejo.
— ¡No! —estaba a punto de llorar, ni eso me iba a convencer— No pasaba todas las noches contigo porque quería darte tu espacio...
— ¿Espacio? ¿Qué espacio iba a querer si iba a pedirte que te casaras conmigo?
— ¿Qué?
—El día que tu amante nos sacó del rancho, ese día tenía planeado algo para ti, ¿Recuerdas? —asintió— Bueno, pues era eso, pero ya qué caso tiene.
—Carlos, te estoy diciendo la verdad, ¿Por qué no me crees? Puedo...
—Porque la foto me dice más, ¡Por eso no quería tener nada con nadie! Y tú, con la primera con quien sentí la seguridad de hacerlo—la vi de arriba abajo—, resultaste ser una...
— ¡Cállate! —escuché antes de sentir su mano chocando en mi mejilla— ¡No te voy a permitir que me digas así! ¡Vete! ¡Lárgate! Y por favor no se te ocurra volver cuando te arrepientas de lo que estás haciendo, yo no he hecho nada de eso, jamás te engañé ¡Vete!—entonces las lágrimas sí cayeron por sus mejillas.
—Por supuesto que me voy, mandaré con alguien las llaves de tu casa, lo más pronto posible.
— ¡Ya lárgate!
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Cerró con un portazo dejándome destrozada, no creyó en mí cuando jamás hice nada para causar su desconfianza, ¡Estúpido Mauricio! Estaba segura de que había planeado ese beso para poder desquitarse de alguna manera, tenía la prueba irrefutable de que le dije la verdad, pero el que no confiara en mi palabra mató en mí todo deseo de demostrarle mi inocencia, que se quedara con su estúpida idea entonces, debo aceptar que el saber que quería pedirme matrimonio me sacudió y por poco decido enseñarle las pruebas, pero no, con lo que estuvo a punto de decirme sé que lo mejor fue quedarme callada.
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A Rienda Suelta ©
RomanceUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...