El ruido de la puerta me sacó de mis pensamientos, la vi de pie en el umbral de la puerta, con su mirada clavada en mí.
— ¿Pasa algo? —pregunté acercándome a ella.
— ¿Cómo le llevaste del sillón a mi cama? —se cruzó de brazos.
—Cargándote—arqueé una ceja.
— ¿Estás loco?
— ¿Por qué?
—No creo que me hayas cargado con un solo brazo—negué con la cabeza— ¡Te puedes lastimar!
—Tranquila—reí colocando mi mano sobre su hombro—, no me pasó nada.
—Pero podría—volteó los ojos.
—No podía dejarte ahí en el sillón.
—Me pudiste despertar—suspiró—, igual gracias, pero por favor cuida tu brazo, no creo que quieras alargar el tiempo de espera para volver a subirte a un caballo.
—Tendré cuidado—asentí con una sonrisa—, te lo prometo.
La terapia estaba surtiendo efecto, y la prueba era que no me había lastimado al cargar a Xime, debía usar el cabestrillo un par de semanas más y manteniendo los cuidados, aun así debería esperar un par de meses más para poder hacer esfuerzo físico sobre el caballo.
Me senté frente a mi computadora y comencé a revisar los pendientes tanto de ahí como de la destilería en casa, me era un poco difícil trabajar con una sola mano, pero me las estaba arreglando, esa semana llegaría el cargamento destinado para exportar a Estados Unidos para la última inspección, así que debía supervisar todo, para ello me tendría que quedar más tarde que de costumbre así que mande un mensaje a Xime avisándole recibiendo su respuesta casi de inmediato.
"Está bien, con cuidado."
Extrañaba sus mensajes de antes, suspiré y guardé mi celular regresando al trabajo.
El cargamento llegaba a eso de las siete y treinta de la tarde, eran seis treinta, una hora más, mientras, revisé mis redes, vi como por quinta vez el resumen de la nacional de charrería, el momento de mi caída y la coronación de Aguascalientes como los nuevos campeones nacionales, la verdad, completamente merecedores de ello, suspiré, ya sería a la siguiente, cerré los ojos un momento escuchando unos ligeros golpes a la puerta.
—Adelante—dije irguiéndome.
—Disculpe—se asomó Fernanda, mi asistente—¸traigo los reportes del cargamento que enviaron de Acatlán.
—Ah claro—asentí—, pasa, creí que ya te habías ido.
—No—sonrió—, me quedé a echarle una mano.
— ¿Una mano?
—Sí, por eso de su hombro, así que en lo que necesite ayuda yo aquí estoy—sonrió de nuevo mordiendo su bolígrafo.
—Ajá—arqueé una ceja ante su tono de voz, ¿Eso había sido una insinuación? Más valía que no antes de hacerle pasar un bochorno al frenarla.
—Enserio—soltó una pequeña risa—, lo que sea que necesite.
—Lo que necesito es que me muestres los reportes—señalé la carpeta sobre el escritorio.
—Claro—se acercó a mí abriendo la carpeta, ok, yo solo quería la carpeta, no a ella ahí al lado—, mire, aquí está todo detallado sobre las condiciones de embalaje y cantidades.
—Bien—asentí incómodo al verla inclinada tratando descaradamente que le viera el escote, reí para mis adentros, en otros tiempos no habría dudado en seguir su juego, era guapa, pero en ese momento, lo único que quería era terminar con esto e ir a casa con Xime, me concentré en la hojas frente a mí pero la chica parecía no captar o aceptar mi indiferencia.
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A Rienda Suelta ©
RomansUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...