Capítulo 8 "Enamorado"

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Me despertó con múltiples besos en el cuello y con caricias en todo mi cuerpo, abrí los ojos sin poder evitar la sonrisa que apareció en mi rostro.

—Buenos días—saludó concentrándose de nuevo en mi cuello.

—Muy buenos días—respondí entre risas.

— ¿Qué te parece si después de dejar a David en el colegio me acompañas a mis prácticas y después hacemos un día de campo?

—Me parece buena idea—acepté y nos unimos en un pequeño beso.

Me senté en una banca que estaba afuera del ruedo y él fue a prepararse, ese día practicaría acrobacias sobre el caballo, lo hacía bastante bien y me encantaba verlo así, tan concentrado en ello, se veía tan guapo y sexy, me reí de mí misma, tan enamorada de ese hombre y tan imposible tener una relación con él, en varias ocasiones volteaba a verme regalándome sonrisas que guardaba una a una en mi memoria, llegó junto a mí en cuanto terminó su práctica y nos dirigimos al lugar donde quería hacer el día de campo.

— ¿Cómo viste la práctica?—preguntó tomando mi mano mientras caminábamos.

—Muy bien—sonreí—, cada vez lo haces mejor.

— ¿Sí has estado viendo mis prácticas entonces?

—Varias, sí—sonreí—, y has mejorado bastante.

Llegamos a una colina que nos dejaba ver los cultivos de agave, era una vista impresionante y hermosa, fue un rato sumamente agradable y lleno de besos y chistes, estuvimos ahí hasta que llegó la hora de ir por David, la tarde la pasé con el niño ayudándolo a hacer sus deberes y después lo llevé al ruedo con su tío pues le seguiría enseñando a montar, aproveché el rato y llamé a casa para confirmarles que ese fin de semana volvía.

— ¿Hola?—escuché al otro lado, era mi hermano.

—Hola Gustavo—saludé con una sonrisa, casi no había hablado con él desde que me vine al rancho.

— ¡Hermanita!—sonaba emocionado— ¿Cómo estás? ¿Qué dice la vida en el rancho?

—Tranquilo, todo tranquilo—sonreí, así era, a excepción de las noches que no lo eran para nada.

— ¿Cuándo vuelves?

—Este fin de semana, para eso llamaba, para avisarles.

—Ok, ya te quiero ver hermana—se quejó.

—Y yo a ustedes—sonreí—, los veo allá el domingo.

—De acuerdo chaparra, cuídate.

De regreso a la casa Carlos se encargó de ayudar a David a bañarse mientras yo preparaba la ropa que se pondría ya que iríamos a cenar al pueblo por una actividad escolar del niño, salió con él envuelto en una toalla y lo dejó sentado en su cama mientras tomaba su ropa y ahora lo ayudaba a vestirse.

—Serías un buen papá ¿Sabías?—no pude evitar decírselo y tampoco imaginarlo aunque me dolía que fuera con otra mujer.

— ¿De verdad lo crees?—preguntó volteando a verme solamente un par de segundos.

—Sí—asentí—, y debo aceptar que tu hermana debería confiar un poco más en ti, te he visto con David y sabes perfectamente lo que haces, y si así eres con él, con un hijo serías todavía mejor.

—No lo sé—suspiró colocándole los zapatos—, nunca lo he pensado y creo que más que nada es por cómo me había gustado llevar mi vida.

—Tal vez no esté en tus planes inmediatos—me encogí de hombros—, pero estoy segura de que cuando lo seas, serás un maravilloso padre.

A Rienda Suelta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora