Era hora de regresar a Guadalajara, me desesperaba que aún no se supiera dónde estaba Mauricio, por ahora, aumentaría la vigilancia en todos lados y yo estaría cerca de ellas el mayor tiempo posible.
Mi familia había regresado al rancho y sus padres a casa, así que nos dirigimos hacia allá. Ahora que me había dado la oportunidad de acercarme las cosas eran diferentes, claro que aún no había cedido del todo, pero ya no rehuía de mí y eso era un paso agigantado.
No iría al consultorio hasta el siguiente día así que tenía la tarde libre, momento que aprovechamos para ordenar las cosas del viaje a la Ciudad de México y una tarde de películas mientras Valentina dormía, y cuando me di cuenta ella también se había quedado dormida, la abracé contra mí acomodándose mejor, le di un beso en la frente y la dejé descansar, estaba por seguirla en el mismo camino cuando la puerta se abrió, era Emiliano, quien esbozó una sonrisa y siguió su camino hacia la planta alta dejándonos solos de nuevo una vez que terminó lo que tenía que hacer, tanto a él como a Karina y Gustavo también los custodiaban escoltas, a estas alturas ya sabíamos que Mauricio era capaz de atacar a quien tuviera contacto con nosotros y no queríamos arriesgar a nadie.
Escuché a Valentina llorar así que me levanté con mucho cuidado de no despertar a Xime, la acomodé en el sillón y subí a revisar a la bebé, al parecer tenía hambre, la tomé en brazos y bajé a la cocina buscando los biberones que Xime había dejado preparados, la calenté un poco y subí con ella de vuelta a la habitación, me senté y acerqué el biberón a su boca empezando a tomar el contenido de inmediato, era relajante verla comer y vaya que lo hacía con ganas, estaba a punto de agotar el contenido del envase cuando escuché un ruido proveniente de la puerta, era Xime con celular en mano tomando una fotografía.
—Una escena tan linda tenía que quedar registrada—se acercó a nosotros sentándose a mi lado.
—Ahora sí lo es—sonreí—, nosotros tres juntos.
Sonrió dándome un pequeño beso y continuamos viendo a nuestra hija terminando de comer.
Todo transcurrió de manera tranquila y sin más sustos, afortunadamente, el fin de semana estaba cerca, yo tenía que ir al rancho así que la convencí de acompañarme, cosa que aceptó pues también quería que Valentina recibiera aire limpio, mis padres estaban encantados y querían tenerla con ellos todo el tiempo, bueno, así tendríamos un poco de tiempo para nosotros, no quisimos salir del rancho, por seguridad, así que mejor hicimos un picnic cerca de la piscina, había extrañado estar así, aún no retomábamos la relación, pero con este avance yo era más que feliz.
Por supuesto dormimos los tres en la misma habitación, pues aunque no habían sucesos nuevos el miedo seguía latente.
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Me encantaba estar ahí, y ahora que había aceptado que se acercara más a mí me sentía mejor en ese lugar, organizó un picnic en el jardín y todo había estado delicioso, y yo, me la estaba pasando de maravilla.
Terminaba de darle un masaje nocturno a Valentina cuando entró Pachita con algunas cosas.
— ¿Puedo pasar? —preguntó desde la puerta.
—Claro que sí Pachita—sonreí—, pasa.
—Carlos me pidió que trajera esto—me mostró las cobijas.
—Ah sí—asentí—, muchas gracias.
— ¿Cómo está esta bebé tan preciosa? —se acercó a verla, Valentina de inmediato comenzó a moverse emocionada,
—Feliz de verte al parecer—ambas reímos.
—Es una mezcla perfecta de los dos—la observó detenidamente.
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A Rienda Suelta ©
RomantikUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...