Desperté cuando la sentí moverse a mi lado, aun se escuchaban algunas gotas cayendo del tejado y el día estaba bastante nublado, el aire estaba un poco más frío así que me levanté a cerrar la ventana.
—Qué maravillosa vista al despertar—escuché a mis espaldas volteándome de inmediato.
—Buenos días cariño—sonreí acercándome a ella— ¿Te desperté?
—Tu ausencia a mi lado me despertó, me dio frío.
—Lo siento—reí—, por eso mismo me levanté a cerrar la ventana.
— ¿Crees que esté así todo el día?
—Es probable, ¿Piensas regresarte hoy?
—Lo pensé, bueno, no tengo citas programadas para mañana, pero...
—Quédate—me encogí de hombros.
— ¿Seguro?
—Por mí encantado—sonreí, acción que secundó—, mira, Ernesto y Claudia tienen que ir el martes al tratamiento, nos podemos ir los cuatro, yo me tomaré dos semanas de vacaciones, entonces pensaba irme a Guadalajara ese tiempo y...
—Ok—asintió—, ya me convenciste.
Como pensé, se me había formado un moretón en el pómulo, lo revisé frente al espejo cuando terminaba de peinarme, además del golpe en la ceja cubierto por la cinta mariposa, aun me molestaba recordar lo ocurrido en la noche, haber cedido a las provocaciones de Mauricio, al final, había logrado lo que quería, suspiré sintiendo unos delgados brazos sobre mi abdomen.
— ¿Estás bien amor? —preguntó besando mi espalda.
—Sí—sonreí viéndola por el espejo—, ahora sí.
— ¿Te duele? —preguntó viendo el moretón.
—No, solo si lo toco, pero es muy leve.
—Ok—sonrió.
—Bajemos a desayunar linda, toda la actividad de anoche me provocó mucha hambre.
Los padres de Xime y Gustavo regresaron a Guadalajara después del almuerzo, por supuesto notaron los golpes en mi rostro pero ninguno de ellos se atrevió a preguntar nada, Ernesto y Claudia pasaron todo el día en su casa, mis padres y Adri salieron de compras con David, así que teníamos la casa para nosotros solos, decidimos salir al centro del pueblo a comer y caminar un rato, tal vez no había sido tan buena idea, pues no nos dejaban platicar a gusto ya que varios niños y algunos adultos se acercaban a preguntar si era el campeón de la charreada.
— ¿Tú eres Carlos Montaño? —preguntó un niño de unos diez años junto a nuestra mesa.
—Sí, soy yo—asentí viéndolo.
—Te vi ayer en la charreada, ¿Me puedo tomar una foto contigo? —preguntó con el celular en la mano.
—Claro que sí—sonreí.
—Yo se las tomo—ofreció Xime a lo que el niño le dio el celular.
Se acomodó junto a mí sonriendo a la cámara, se veía emocionado y eso me alegraba a mí, varios niños nos tenían como ejemplo a seguir y no podía fallar a eso, debía hacer bien las cosas.
—Listo—dijo Xime con una sonrisa—, les tomé varias.
—Gracias señorita, ¿Es tu novia? —me vio de nuevo.
—Sí—sonreí—, ella es Ximena, y es mi novia.
—Está muy bonita.
—Así es—volteé a verla—, muy, muy bonita.
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A Rienda Suelta ©
RomanceUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...