Llegamos a un nuevo restaurante en el centro histórico ocupando una mesa en la terraza, era viernes, así que el lugar estaba lleno, al igual que todos los establecimientos a su alrededor. La cena estuvo exquisita la cual acompañamos con un delicioso vino.
— ¿Quieres hacer algo saliendo de aquí?—preguntó terminando su copa.
— ¿Como qué?
—Tal vez ir a bailar, o a algún bar.
—Suena bien, podríamos ir al bar de mi hermano—sugerí.
—Sí—asintió—, me gusta la idea.
El lugar por supuesto estaba abarrotado, gente bailando o simplemente disfrutando del lugar y algunas copas, nos condujeron a una de las zonas VIP entregándonos una copa de cortesía.
—Qué gusto verla aquí señorita Ferrer —sonrió el mesero dejando el par de tragos sobre la mesa.
—Y siempre es un gusto venir—sonreí de vuelta—, él es Carlos Montaño, mi novio.
— ¿Montaño como el tequila?
—Así es—sonrió al joven que nos atendía—, de los mismos Montaño.
—Su tequila ha sido todo un éxito en este lugar, y personalmente, es uno de mis favoritos.
—Me alegra mucho escuchar eso, entonces aprovechando, ¿Qué tal un par de caballitos de Tequila Montaño para empezar? —preguntó viéndome.
—Me parece perfecto.
—Claro que sí —asintió el joven—, en un momento se los traigo.
Bebimos algunos tequilas más y bailamos un buen rato, si algo caracterizaba a ese lugar era el maravilloso ambiente que se hacía cada fin de semana, salimos de ahí pasadas las dos de la mañana dirigiéndonos a alquilar una habitación y bajamos al estacionamiento a sacar su maleta del auto, así como mi bolso de emergencia.
— ¿Qué traes en esa bolsa? —preguntó cuándo entrábamos al elevador.
—Es mi bolso de emergencia —sonreí al verlo arquear una ceja—, a veces, cuando algún paciente debe quedarse internado no puedo ir a casa por ropa, así que lo tengo ahí por si se necesita, claro que esta vez, es un poco diferente.
—Mujer prevenida—sonrió tomándome de la cintura.
— ¿Acaso quieres empezar desde aquí? —reí sintiendo sus labios sobre mi cuello.
—Eso me encantaría—secundó mi risa sin despegarse de mi piel—, pero creo que estaremos más cómodos en la habitación.
—Sí, pienso lo mismo.
Llegamos a la décima planta, lugar donde se encontraba nuestra habitación, entramos a ella entre besos y dejando nuestras maletas en el suelo, me tomó en brazos haciendo que rodeara su cintura con las piernas y se dirigió al cuarto de baño, nos deshicimos de nuestra ropa y entramos al chorro de agua una vez que estuvo caliente, de nuevo, la ducha era testigo de nuestra apasionada entrega, y sus muros receptores de los jadeos que salían de nuestras bocas, sin duda una ducha excitante y relajante, el día había sido sumamente agotador, pero ese baño, el agua caliente, sus manos recorriendo mi piel, sus labios besándome, diciéndome lo mucho que me amaba y su ímpetu llevándome a la locura bastaban para sentirme extremadamente bien, feliz, radiante y relajada; sonreí cuando llegué a la cama viéndolo esperarme con una de esas sonrisas que me derretían el alma, por supuesto no hubo necesidad de vestirnos, así que me deshice de mi bata quedando completamente desnuda frente a él, su mirada sobre mí, su sonrisa, el momento en que mordió su labio inferior, me hicieron sentir de la mejor manera, como una diosa, esa sensación me gustaba en definitiva.
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A Rienda Suelta ©
Roman d'amourUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...