Capítulo 30 "¿Enferma?"

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Volteé a verlo entonces, su mirada fija sobre la pantalla y de nuevo su respiración acelerada.

— ¿Quién es? —pregunté sacándolo de su trance.

—Es un empleado de los Olvera, se llama Francisco, desconozco su apellido.

Me quedé en shock pero continuamos viendo el video, el tal Francisco se acercó a mí, tomó un mechón de mi pelo descubriendo mi rostro y acarició mi mejilla, ver eso me causó un estremecimiento desagradable en todo mi cuerpo, sentí la mano de Carlos sobre la mía, y es que había comenzado a temblar.

— ¿Quieres salir un momento? —preguntó el hombre junto a mí.

—No—negué con la cabeza—, solo necesito un poco de agua.

—Claro—asintió el agente levantándose a servir un poco—¸ podemos dejarlo para después.

—No—respondí—, continuemos.

Reanudó la reproducción, el hombre volteó hacia un lado levantándose y corriendo en dirección contraria al ver que alguien se acercaba, era una mujer, quien de inmediato sacó su celular para hacer una llamada quedándose junto a mí hasta que llegaron las autoridades y unos minutos después Evelyn.

—Eso es todo—dijo el agente—, el hombre ya no volvió y el resto solo muestra cuando la subieron a la ambulancia.

—Pero—dijo Carlos—, con el nombre que les di y sabiendo de quién es empleado ¿Pueden detenerlo?

—Por supuesto que sí, con eso es más que suficiente, aunque necesito que me diga absolutamente todo sobre él.

—Claro, lo que sea.

Carlos se dedicó a contarle todo o que sabía mientras yo no dejaba de pensar en qué había pasado si era señora no hubiera llegado, ¿Qué me habría hecho ese tipo? De nuevo sentí escalofríos y ahora también las ganas de vomitar aparecieron.

— ¿Está bien señorita Ferrer?

—No, ahora sí necesito salir, y un baño.

—A mano derecha—señaló.

—Te acompaño—se levantó Carlos de inmediato.

—No, no es...

—Sí lo es—interrumpió—, estás pálida.

No pude refutar, lo único que quería era llegar al baño, de inmediato me incliné sobre el retrete, sentí su mano sosteniendo mi pelo y la otra tomando mi cintura, esperando hasta que me sintiera mejor.

—Ya estoy bien—me erguí jalando la cadena.

— ¿Segura? —me ayudó a levantarme.

—Sí, gracias—me dirigí a los lavabos, saqué mi cepillo de dientes y los lavé viéndolo por el espejo. — ¿Qué? —pregunté una vez que terminé.

— ¿Estás enferma?

—No—arqueé una ceja — ¿Por qué?

—Sigues un poco pálida y las ganas de vomitar...

—No estoy enferma—suspiré echándome agua en el rostro—, es solo que me dio asco imaginar lo que ese hombre pudo hacerme.

— ¿Segura?

—Sí­—asentí antes de retocar mi maquillaje—, solo es eso.

—Eres hermosa—noté su fija mirada sobre mi reflejo.

— ¿Enserio me dices eso después de verme vomitar?

—Sí—rio, cómo me encantaba su risa—, lo eres siempre—se acercó a mí.

A Rienda Suelta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora