Había pasado casi una semana del ataque y Xime seguía igual, la única novedad y buena noticia era que, a palabras del neurólogo, la lesión había mejorado, pero ella seguía en coma, no nos quedaba más que seguir esperando, esa noche me quedaría yo, así que Karina me llevó algo de cenar, aunque le había dicho que no se molestara.
—Cena, mientras yo me quedo un rato con ella—sonrió entregándome una bolsa.
—Muchas gracias—la acepté—, no se hubiera molestado.
—Sabes que no es ninguna molestia—negó sin borrar la sonrisa—, ve, aquí estaré.
Regresé lo más rápido que pude, al llegar vi a Karina acomodando el cabello de Xime y dándole varios besos en la frente, nos despedimos con un abrazo y ocupé mi lugar junto a ella, le conté el día de todos como siempre lo hacía, tomé su mano y la llené de besos así como su rostro y su cabeza, comencé a masajear suavemente sus extremidades pues por la falta de movimiento podrían presentarse complicaciones motrices al despertar, un fisioterapeuta nos explicó cómo hacerlo a todos los que nos habíamos quedado a cuidarla, comencé con sus piernas tomándome mi tiempo con cada una, recordando todos los momentos en que las acariciaba o me rodeaban para atraerme a ella, varios suspiros escaparon de mis labios a medida que seguía con los masajes, continué con sus brazos, masajeándolos suavemente y teniendo cuidado con la herida en uno de ellos, aún no lograba imaginar cómo había sido el ataque y qué clase de persona la había lastimado de esa manera, tomé su mano y seguí con la terapia en sus dedos cuando estos rodearon mi mano de una manera bastante tensa, alcé mi mirada hacia su rostro pero seguía con los ojos cerrados aunque su mano apretaba la mía, oprimí el botón para llamar a un médico quien llegó en apenas unos segundos.
— ¿Qué pasa?—preguntó entrando de prisa.
—Su mano—la señalé—, apretó la mía mientras le daba la terapia.
—Déjeme revisarla—se acercó rápidamente con una pequeña linterna.
— ¿Está despertando?—la emoción comenzaba a apoderarse de mí.
—Puede que sólo se trate de un movimiento involuntarios por el masaje—respondió tranquilo revisando sus ojos—, o puede que sí esté comenzando a reaccionar, tenemos que seguir esperando a que...
Y se quedó callado, ya que Xime comenzó a quejarse y abrir los ojos, ambos nos acercamos a la mujer que trataba de levantarse.
—Señorita Ferrer—la detuvo el médico—, tranquila, déjeme revisarla, joven por favor salga un momento.
—Pero...—intenté protestar.
—En un momento vuelve a entrar.
No me quedó de otra más que acatar lo que pidió, salí al pasillo a donde en unos segundos llegó el Doctor Ferrer.
— ¿Qué pasó?—preguntó con la voz agitada.
—Despertó—respondí sumamente nervioso—, la están revisando.
El neurólogo salió de la habitación con una sonrisa, eso sin duda me tranquilizó, se acercó a nosotros palmeando la espalda de ambos.
—Pues en esta revisión general está bien—comenzó a decir—, pero me gustaría hacerle exámenes más exhaustivos para confirmarlo.
—Claro—asintió Emiliano—, lo que tengas que hacer.
Pude regresar a la habitación cuando estaba a punto de amanecer, el médico nos había dicho que todo estaba bien pero que era probable que sufriera de dolores de cabeza o mareos por unos días, así que debíamos seguir al pendiente de ella, entré en cuanto Emiliano salió sonriendo, palmeó mi hombro y me hizo la seña con la cabeza de que entrara, estaba recargada en el respaldo de la cama viendo hacia la ventana, aún estaba oscuro por lo que se filtraban las luces del exterior.
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A Rienda Suelta ©
RomanceUna vida libre y sin compromisos, sin deseo o intención de cambiarlo, una familia unida y una carrera en la charrería consolidada, dinero, mujeres y fiestas ¿Qué más podría querer? Nada, o eso pensaba Carlos hasta que la llegada de una hermosa mujer...