Capítulo 6 "Confianza"

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Desperté escuchando voces en la planta baja así que me levanté, noté que el otro lado de la cama estaba vacío y de inmediato pensé que se había arrepentido de lo sucedido en la noche, entré a la ducha y bajé al terminar de arreglarme, en el comedor estaba David con Pato y Serge a quienes les estaba contando su fascinación por los caballos y deseos de ser un gran charro, en ese momento salió Xime de la cocina junto con Pachita, se veía nerviosa y yo no podía dejar de recordar la noche anterior.

—Buenos días—saludé a todos ahí recibiendo un saludo de vuelta.

—Xime—dijo Pachita—, creo que sólo falta el desayuno de Carlos y el tuyo, voy rápido por la leche.

—No te preocupes—le sonrió—, yo me encargo.

Regresó a la cocina sola, momento que aproveché para seguirla, seguía viéndose nerviosa y quería saber si se había arrepentido.

—Desperté y no te vi a mi lado—le dije abrazándola por la espalda.

—Lo siento—rio—, pero escuché que David ya andaba despierto y jugando con Pato así que me levanté.

—Me hubieras despertado.

—No, estabas durmiendo muy a gusto y no quise hacerlo.

—Me preocupé ¿Sabes?

— ¿Por qué?—preguntó tomando un sorbo de su taza de café.

—Creí que te habías arrepentido de lo que pasó—soltó una pequeña risa antes de girarse de frente a mí y darme un pequeño beso.

— ¿Eso quita tu preocupación?

—Sí—sonreí y la besé de nuevo.

Sin darme cuenta había llegado la mitad de semana, pasábamos casi todas las noches juntos y en el día me acompañaba a mis prácticas acostumbrándome cada vez más a su presencia, aunque ambos sabíamos que esto llegaría a su fin cuando tuviera que regresar a Guadalajara, bueno, disfrutaríamos el momento hasta entonces.

Al menos ese era mi plan, la tarde estaba cayendo así que fui a revisar que los caballos estuvieran en perfecto estado y Ximena se había quedado con David haciendo sus deberes de la escuela, había pensado en ir con ella a dar un paseo por el rancho, ir a cenar y después pasar la noche juntos, obviamente, iba pensando en ella con una sonrisa cuando noté a alguien sobre uno de los camastros de la piscina con una maleta junto a ella.

—Hola bebé—saludó con una sonrisa que no pude responder.

—Aurora—sólo pude decir—, ¿Qué haces aquí? Pensé que volvías en un mes.

—Y así era—hizo un puchero que hasta hace un par de semanas me parecía sexy—, pero hubo un problema en la empresa que me contrató así que tuve que regresar.

—Ah—no sabía qué decir.

—Pensé que estarías más feliz de verme—frunció el ceño.

—Sí me da gusto verte—mentí.

—Entonces abrázame—y se lanzó a abrazarme acción que tuve que responder— ¿Y tus hermanos? ¿Tus papás? No los he visto.

—No están—respondí separándome de ella.

— ¿Entonces tenemos el rancho para nosotros solitos?—arqueó una ceja y curvó una sensual sonrisa acercándose de nuevo a mí.

—No realmente.

— ¿Cómo?—ladeó la cabeza confundida.

—Adriana contrató a una niñera para David y ella se está quedando en la casa.

A Rienda Suelta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora