Capítulo 42. Las veces que tu quieras

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En medio de la noche Luisita se despertó con los dedos de Amelia dentro de ella. Se quejó, luchando contra el sueño y la excitación

La morena trataba de convencerse de dejarla en paz, sabía que su novia necesitaba descansar. Le había exigido demasiado, pero no pudo detenerse, siguió adelante

No se trataba de ella sino de esa pasión que sentía por su rubia, de esa sensación, de ese deseo que la manipulaba como a un títere, como si se estuviera muriendo de hambre o de sed, y su novia fuera lo único de lo que ella pudiera alimentarse o de lo que ella pudiera beber. El problema era que nunca acababa de saciarse

Luisita terminó de despertar y casi enseguida volvió a desvanecerse. La fotógrafa sabía que su novia era insaciable, lo supo desde la primera vez que hicieron el amor. Amelia la conocía de memoria, sus puntos débiles, sus posturas favoritas, la morena sabía como derretirla, sabía como volverla vulnerable, como tocarla, como calentarla

Y para colmo el entorno era aún más excitante, la habitación estaba totalmente a oscuras, sólo unas sábanas las cubrían, el aroma de sus cuerpos, la respiración agitada de su morena, sus propios gemidos, todo la excitaba. A Luisita se le erizó la piel cuando escuchó a Amelia susurrarle

- ¿Por qué tienes que volverme tan loca? ¿Por qué? No puedo dormir cuando te tengo desnuda a mi lado – la deportista no había dejado de mirar a su novia en toda la noche

Se controló, lo intentó, trató de conformarse con solo mirarla, pero bastó solo un movimiento de la dormida mujer para que la sábana resbalara de su cuerpo dejando a descubierto uno de sus pechos, para que Amelia se perdiera

- No me vas a dejar dormir, ¿cierto? – alcanzó a preguntar entre gemidos

- Puedes apostarlo - sentenció

De un momento a otro Amelia aprovechó la debilidad de su novia y la movió con total destreza, que la obligó a ubicarse de costado, su espalda estaba siendo sostenida por los pechos de la morena. Amelia aprovechó su rodilla para levantar la pierna de la rubia, quien volvió a sorprenderse cuando su novia volvió a introducir sus dedos en ella, fue un empujón certero y rápido, que para ser sincera Luisita nunca creyó que lograría en esa postura

Luisita llevó el brazo hacia atrás para sujetarse a la nuca de Amelia

- Prométeme... – gimió Luisita – ...que siempre será así... entre tú y yo. Que siempre... me amarás así, que siempre... seré la única mujer a la que le hagas el amor

- Te lo prometo – aseguró – Te lo prometo porque te quiero como se que nunca voy a querer a nadie más, porque fuiste, eres y serás la única mujer de la que me he enamorado – afirmó sin dejar de tocar a su chica

Con esta promesa y con el cansancio de este último orgasmo, Luisita logró el sueño justo un segundo antes del amanecer

Mismo día – Mucho más tarde

Cuando Luisita se despertó lo primero que vio fue el enorme ramo de rosas rojas que adornaba la habitación acompañado de una pequeña nota:

"Una rosa por cada vez que dejaste que hiciera de las mías. Te quiero."

Doce, contó la rubia. Y Amelia no se había equivocado, doce fueron las veces que Luisita pensó que iba a morir de placer, si bien la rubia le devolvía los favores a su novia ella no entendía como hacía la morena para seguir de pie después de cada orgasmo. Al final solo tenía que aceptarlo y dejar que su chica hiciera, como dice en la nota, de las suyas

Después de todo lo que Amelia despertaba en ella era más fuerte que su propia voluntad. Luisita sonrió ante los recuerdos de la noche y sino fuera porque todavía podía sentir los efectos de "La bestia" juraría que se estaba excitando de nuevo con tan solo imaginar a su novia cerca de ella

Cuando, donde y como el amor quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora