Capítulo 77. El cuento de pinocho

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Dos meses después - Casa de Luisita y Amelia

Amelia estaba en la sala de su casa acostada en el sillón, con su nieta sentada en su estómago y apoyada en las piernas alzadas de la morena. Mientras Luisita, las miraba desde la entrada de la sala sin hacer ruido para no interrumpir ese momento

- ¿De quién es esta naricita? – Amelia alzaba su mano y con su dedo dibujaba la nariz de Rose - ¿Y estos ojitos? – ahora recorría el párpado de la bebé - ¿Y estos mofletes? – con ambas manos agarraba el rostro de la pequeña - ¿Son todos de la abuela, cierto? – jugó Amelia

- Bla fffffurrrffffff bla pruuuff – Rose balbuceaba cosas sin parar

- Tienes razón... – dijo Amelia – ...le podríamos dejar algo a tu otra abuela, después de todo ella es la dueña de la belleza que heredaron ustedes… deberíamos darle una orejita aunque sea – poco generosa con su mujer. Rose se dejó caer en el pecho de su abuela y mientras le babeaba la camisa, jugaba con las partes del rostro de la deportista

Luisita no podía estar más enamorada de la escena, y de su mujer, claro

- Definitivamente este pequeño traserito... – Amelia la tenía agarrada desde ahi – ...es mio y no lo comparto con nadie, ¿cierto ovejita? – la pequeña ahora pasaba a morder la mandíbula de su abuela

La rubia giraba sus ojos por los dichos de su mujer

- Soy tan irresistible que me quieres comer a besos – le dijo a la bebe – Lo mismo que le pasa a tu abuela Luisita, no puede dejar de tocarme ni de darme besos… hay veces que me tengo que venir a este sillón para que deje de acosarme… - mentía

Luisita no aguanto y tuvo que intervenir

- ¿Acaso le estás mintiendo a nuestra nieta? – la rubia caminó hasta el sillón y se sentó en la otra punta entrecruzando sus piernas con las de su esposa

Apenas Rose vio a su otra abuela trató de gatear por el cuerpo de la morena para llegar a la rubia, Amelia la tuvo que ayudar con su manos

- Ratita traicionera junior, me cambias por un buen par de te…

- ¡Amelia! – Luisita pensaba que Rose era muy pequeña para escuchar las palabrotas de su esposa

- Un buen par de ojos... – terminó la frase incorporándose en el sillón para llegar a la boca de su mujer – ...y los labios más ricos del mundo – la besó

Rose sentada en las piernas de la rubia no quería que se distrajeran entre ellas así que se colgó del cuello de su abuela

- ¿Hablaste con Beth? – le preguntó la morena logrando que su esposa asintiera - ¿Ya están instalados en el hotel? – Beth y Lucas habían decidido hacer un viaje romántico por Europa

- Si… aunque extraña mucho a Rose – contestó besando la cabecita de su nieta – Lucas dice que apenas recibió la foto que le mandamos de Rose durmiendo entre nosotras se largó a llorar y empezó a decir que era una mala madre por no llevarla con ellos – contó riendo

Amelia rió con ellas

– Ya vamos a ver si sigue pensando lo mismo después del sexo europeo. ¿Recuerdas nuestro viaje a Europa? Al segundo día ni nos acordábamos que teníamos hijas… Tú hasta quisiste abandonarlas y quedarnos a vivir en Italia – le refrescó la memoria a su esposa

- No es cierto – Amelia la miró

- Rose dile a tu abuela Luisita, que si miente le va a crecer la nariz como a pinocho – Amelia apretó la nariz de su nieta

- Por lo menos esta vez usaste el cuento infantil – Amelia le solía contar a Luisita, la historia de una pinocha, que cuando mentía en vez de crecerle una nariz, le crecía un miembro entre sus piernas. De más está decir que en la cama Amelia actuaba de pinocha y Luisita era la esposa que la hacía mentir

Cuando, donde y como el amor quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora