Capítulo 23. La bestia

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A la mañana siguiente en el departamento de Luisita

- ¡BUENOS DIAS! – saludaba Luisita a Marina y María que por pedido de la rubia se habían quedado cuidando a Beth y por lo tanto habían pasado la noche en el departamento de las Gómez

- ¿Qué haces aquí? Pensabamos que no volvias hasta tarde – contestó Marina – ¿No me digas que te pasaste la noche teniendo sexo con el bomboncito mientras nosotras cuidabamos a tu hija sin poder tener nuestra noche de pasión? - preguntó asumiendo la abogada

- Buen día para ti también Marina y no, entre Amelia y yo no paso nada – contó mientras se servía una taza de café

- Buen día Luisi – María si saludó – No le hagas caso a Marina, está idiota porque no la dejé meterse en la ducha conmigo – María sabía cuales eran las reglas en la casa de Luisita: 1) Nunca dejar a Beth usar la cocina sola y 2) No tener sexo en su ducha

- Gracias a dios que existes tú para frenar al demonio sexópata de tu prometida Mery – le dio un beso en la mejilla

– Además si Amelia y ella se hubieran teniendo dulces sesiones de amor nos hubieran invitado, ¿cierto? – miró a su amiga para asegurarse

- Ja ja ja – río sarcastica la castaña - ¿Y ahora quienes es el demonio sexópata? – se burló de su ex capitana

Luisita ignoró el tema. Después de haber pasado la noche en el departamento de Amelia empacando sus ahora inexistentes juguetes sexuales, lo que menos quería la rubia era volverle a explicar a María que ella no estaba interesada en compartir de esa forma a Amelia con la pareja de futuras esposa ni con ninguna otra

– A propósito vine con una caja que necesito que se lleven – les informó Luisita – Tómenlo como un regalo de Amelia

Marina al escuchar regalo no la pensó dos veces y prácticamente voló a la puerta de entrada donde Luisita había dejado la caja

- ¿No estarás muy desesperada? – preguntó Luisits – Por cierto, antes que la habrás... - porque sabía que lo iba a hacer – ... no quiero ningún tipo de bromas al respecto – pidió mirando a sus dos amigas

- Ay Luisita, ¿bromas? Sabes que ese no es mi estilo – mintió la abogada abriendo la caja – POR EL AMOR DE DIOS… ¿qué es esto? – preguntó por simple reflejo porque ya sabía de que se trataba

- ¡Marina! – María llamaba a su novia - Son películas como las que te gustan ver a ti mientras tú crees que yo no estoy – confesó la bailarina

- ¿Tú la dejas tenerlas? – pregunto sorprendida Luisita a la bailarina mientras Marina hurgaba en la caja sin prestarles atención a la conversación de las otras dos

- Luisi créeme, hay veces que tengo que escapar de ella porque no puedo más y esas películas se convierten en mis mejores amigas, ¿entiendes? – explicó María

- Está toda la colección completa de Jessica Larsson – Marina no lo podía creer – Bueno, ya sabemos quien es el demonio sexópata ahora – concluía mirando a Luisita con una sonrisa maligna - ¿Y cómo es que decidió regalarlos? – preguntó curiosamente

- Pues algo así como que yo la obligue – contó la rubia tratando de quitarle importancia

Las otras dos la miraron inquisidoramente

Cuando, donde y como el amor quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora