Capítulo 84. Abu Marina

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Gabriela llevaba un largo rato llorando sobre los brazos de Luisita. Después de que Amelia interpretó el análisis de sangre que su sobrina traía, el leoncito no había parado de lagrimear y sus dos tías solo se limitaron a mirarse entre ellas y a tratar de calmarla

Cada vez que el llanto parecía cesar y Luisita trataba de sacar el tema del embarazo, lo único que alcanzaba a decir era "Mamáaabuaaaamatarrrrrsbuaaa…" y el llanto volvía al mismo ritmo que antes o tal vez con más potencia. Vaya que tenía pulmones esta jovencita

Mientras dejaban que la joven Crespo Sanabria se descargara, Amelia ya había hecho dormir a su nieta y la había acostado en la cunita vieja de Jules, para después volver a unirse en la sala con su esposa y sobrina

- Gabi… por favor cariño – pedía Luisita – Quiero que hablemos, pero si sigues llorando no se va a poder – insistía su tía – Se por lo que estás pasando, créeme que lo sé – la rubia miró a su esposa y pudo leer todo tipos de sentimientos en sus ojos

Los ojos que tanto enamoraban a Luisita cada día, eran una mezcla de tristeza por ver sufrir al leoncito de esa manera, impotencia por no poder hacer nada por ella y…y… ¿Felicidad?

"¡Dios mio!" – pensó Luisita, su mujer estaba feliz por el embarazo de su sobrina

Luisita examinaba el rostro de Amelia confirmando sus pensamientos. Su esposa era una adicta a los bebes y seguramente la cabeza de Amelia ya estaba pensando que animal le quedaba perfecto al niño o niña que Gabi llevaba dentro de ella…

"¡Un cemento! ¡Dios mío! Esta familia se va a volver en un completo zoológico" – admitió para sus adentros - "¡Basta! Tengo que hablar con Amelia, no puede ser que se sigan agregando animales y yo no pueda usar esos apodos, esto se tiene que acabar ¡QUIERO LIBERTAD DE EXPRESIÓN! ¡QUIERO PODER GRITAR UN PUTO NOMBRE DE UN PUTO ANIMAL SIN QUE ME LO PROHIBAN!..."

- ¡LUISITA! – un grito de su mujer la sacó de sus pensamientos

Cuando la rubia conectó cuerpo y mente, se encontró con dos ojos muy parecidos a los de Marina mirándola desde sus brazos. Si bien Gabi había parado de llorar, Luisita todavía podía ver lágrimas cayendo lentamente por sus pestañas

- Cariño... – Luisita le habló – ...yo pasé por los mismo, y se exactamente como te sientes – le dijo – Y sé que por sobre todas las cosas, te sientes sola y desesperada sin saber que hacer – aseguró mientras que con su dedo limpiaba una de las lágrimas que caía rezagada de las demás

La fotógrafa levantó su cabeza y se encontró con la intensa mirada de su esposa encima de ella y con la misma dulzura que le había quitado la lágrima a su sobrina, pasó el pulgar suavemente por la mejilla de su mujer, porque sabía que en este momento la mirada de Amelia no era de felicidad, sino más bien de preocupación con mezcla de deseo, deseo de haber estado junto a Luisita en ese momento, de haber estado con ella y haberla protegido y amado a las dos, a ella y a Beth

- Entonces dime que tengo que hacer por favor – el leoncito se sentó en el sillón – Dime que tengo que hacer, porque estoy muriéndome de miedo – confesó metiendo su cabeza entre sus manos y dejando que sus codos se apoyaran en sus piernas

- Gabi… - intentó calmarla

- ¡TENGO DIECICIETE AÑOS CARAJO! – gritó golpeando la mesa y dejando ver su naturaleza felina – QUIERO SALIR A BAILAR, QUIERO JUNTARME CON MIS AMIGOS, QUIERO SER PORRISTA, QUIERO IR A LA UNIVERSIDAD… - volvían las lágrimas. Luisita la volvió a tomar entre sus brazos

- Y vas a poder hacerlo Gabi, te lo aseguro – la consoló Luisita – ¡Mírame a mi si no! – le dijo

- Mamá dice que antes de conocer a la tía Amelia tú eras una vieja amargada – contó Gabi

Cuando, donde y como el amor quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora