Capítulo 40. La leyenda del lago encantado

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- No es a mí a quien tienes que pedirle disculpas – Amelia llegaba al final del muelle donde Luisita la estaba esperando de frente al lago y de espalda a ella

- ¿Perdón? – al parecer la rubia todavía tenía puesto el disfraz de perra – No creo que tenga que pedirle disculpas a nadie – empezó la marcha del orgullo Gómez

Amelia miraba a su novia como si le estuviera haciendo una radiografía, sabía que era orgullosa, era una de las cosas que más quería de ella, su capacidad de defender su punto hasta el último momento

La morena suspiraba, por fin podía poner en práctica una de los tantos consejos de su padre… "Amelia una cosa es lidiar con una mujer enojada, pero otra muy distinta es lidiar con una mujer enojada y orgullosa. Estudia sus movimientos, mírala con cuidado y cuando sea el momento, cuando lo creas conveniente… corre hija… corre por tu vida"

Imposible olvidarse a su padre corriendo por el mismo muelle en que estaban paradas ellas en este momento después de que el mismo se había encargado de demostrar con pruebas contundentes como su madre no tenía razón

Pero esta vez la morena no iba ser quien diera el brazo a torcer, si la rubia quería jugar a las pulseadas, Amelia iba a poner resistencia. Manos en la mesa y que empiece la pulseada de una vez por todas

- ¿De que querías hablar entonces? – trato de usar el tono más serio que pudo pero Luisita no tenía la más minima idea como se ponía Amelia cuando ella estaba enojada

Con una mirada de la rubia, la basquetbolista ya no estaba en sus cabales, ni le cuento cuando levanta la ceja…. Si por la deportista fuera ya mismo estarían en el lago teniendo sexo de reconciliación

- Marina y yo hemos decidido organizar la fiesta nosotras mismas por lo tanto no necesitamos a ninguna organizadora – afirmó la fotógrafa. Se ve que poco le había servido la prueba de la fidelidad a la fotógrafa

- No – ay morena, ¿cómo te atreves? – Lo siento pero es una decisión tomada. Florence es la organizadora de la fiesta y es punto final – los brazos seguían en el medio

- ¿Según quien? – Luisita no iba a aflojar

- Según yo – Amelia tampoco iba a aflojar

- Y como eres la dueña de la casa todo se tiene que hacer como tú dices, ¿cierto? - la sonrisa provocadora que recibió de Amelia no le gustó ni un poco – Pues te voy avisando algo... Si esta tipa vuelve, no hay fiesta – la muñeca de la deportista no flaqueo ni un segundo

- Primero que esta casa es tanto tuya y de Beth como mía – el brazo de la rubia se aflojaba y la basquetbolista aprovechaba para ganar terreno – Y segundo… y presta mucha atención a lo que voy a decir… la fiesta se hace con Florence, estén o no estén ustedes… ¿Necesitas que lo repita Gómez? – corre Amelia, corre era lo único que sonaba en la cabeza de la morena cuando veía la furia salir por los ojos de su novia – Es más, para mañana, cuando la Señorita Anderson llegue a hacer su trabajo, tú y Marina van a tener una disculpa preparada – la mano de la rubia estaba rozando la mesa

- ¿Por qué tu me vas a obligar? – Luisita se resistía a perder

- Si quieres ponerlo así, entonces si – Uff la morena la estaba aniquilando - ¿Necesitas algo más? – ya casi

Luisita cerro la distancia entre ellas

– Ni pienses que esto va a quedar así – le susurró en el oído para luego seguir caminando en dirección a la casa

- Estaría muy decepcionada de ti si lo dejaras pasar – grito la deportista en dirección al lago

Lo cierto es que nunca tuvo que darle la espalda a su novia. Un empujón de Luisita y Amelia estaba en el lago

Cuando, donde y como el amor quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora