3. el lago

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En una semana empezaban las clases y después de lo de ayer, no sé si me apetecía presentarme.

Cojo la bici y salgo a dar un paseo. Me paro enfrente del lago, me quito la ropa, quedándome así en sujetador y bragas y me tiro al agua. Me hundo durante unos segundos eternos, dejándome arrastrar a las profundidades. Todo está a cámara lenta. Me ahogo. Abro los ojos. Salgo a respirar y me quedo flotando sobre la superficie. Paso así como mucho una hora cuando noto unas salpicaduras en mi cara. Eran gélidas y atacaban deprisa, como pequeños cuchillos atravesando mi cuerpo. Me levanto furiosa. Veo dos chicos riéndose, más o menos de mi edad y muy atractivos. Uno castaño y otro rubio, no les había visto nunca. Voy hacia ellos. No me da tiempo a reaccionar y le doy una torta al más alto, el rubio. Me quedo satisfecha y camino hacia mis pertenencias.

-Dale duro, cariño- dicen acompañado de unos silbidos. Sin darme la vuelta, les saco el dedo corazón. Me visto y me largo como si no hubiera pasado nada.

Me dirijo a una tienda para devolver un par de cosillas. Al cruzar la calle me encuentro con Sophie.

-Ay, ¿dónde estabas? Te estuve buscando en cuanto me desperté ¿Te la pasaste bien?-

-Eh si bueno, francamente no sabía qué hacer así que me fui pronto- contesté

-No me lo puedo creer, entonces ¿no probaste el tequila?- dice con aire aparente.

-Nunca he sido mucho de eso ni de fiestas la verdad- no me gustaba socializar.

-¿Por qué no me lo habías dicho antes? ¡Eres virgen!- con lo que parecía estar entusiasmada -Entonces a la próxima no te despegaras de mí hasta que te enseñe todos mis trucos-.

-Hecho- digo sin remedio. No sé, algo en mi interior se despertaba. Es como si la antigua yo estuviera hablando por mí en este momento.

Me despierto y un deprimido día vuelve a empezar. Vuelvo a hacer la misma rutina de siempre. Ir al baño, cambiarme, bajar a desayunar, sacar a mi perro y pasar todo el día por ahí leyendo o escuchando música. Me aburrían mucho las rutinas, siempre lo mismo. Hay gente que se siente agusto con ellas, nada nuevo y todo muy bien organizado, pero otro porciento de la población, y en el que me incluyo yo, necesitamos salir a explorar, cambiar, viajar y encontrar nuevas experiencias que nos puedan saciar nuestra curiosidad.

Hago lo mismo de siempre, salvo que le pregunto a mi madre si podía hacer la comida hoy. ¿Por qué no? - pienso.

Me vendría bien hacer algo por mi cuenta, ir a comprar, preparar una nueva receta...

Salgo de casa y entro en el super. La cantidad y variedad de comida que tienen, nunca me había fijado. A veces se nos escapan esas cosas, pensamos siempre en el futuro o en el pasado y olvidamos completamente el presente, que es lo importante. Empiezo a oler, saborear y vuelvo a recordar como es la primera vez que empiezas a conocer el mundo, cuando eres un recién nacido y todavía no sabes lo que va a venir.La vida puede ser peligrosa y ruin pero la sociedad y la gente a nuestro alrededor lo pueden ser más aún.

Me dirijo a pagar, he cogido salmón, calabacín, mango, lima y algunas especias. Como soy flexitariana, nada de carne o por lo menos lo evito.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora