23. por debajo

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Ya hemos acabado de comer. Básicamente he estado en silencio toda la noche, comiendo y mirando de vez en cuando. Levanto la cabeza y me doy cuenta. 

Estamos todos sentados en la mesa, S está enfrente mío y no ha parado de quitarme ojo durante toda la cena. Parte de mí se está derritiendo por dentro pero otra de verdad está sufriendo. Nuestros padres han salido a discutir sobre una cosa del trabajo y nuestras madres están recogiendo la cocina, solo estamos nosotros dos mirándonos haciendo como que el resto desaparece, solo estamos nosotros. 

Se muerde el labio inferior y de repente noto algo rozando mi piel. alarga su brazo pálido y fuerte por debajo de la mesa, siento como su mano sube lentamente por mi pierna hasta llegar a la falda y la entrepierna. Me pongo nerviosa y me arqueo contra la silla sintiendo el calor que ha creado en mí en tan poco tiempo.

¿Cómo hemos llegado a esto?

Después de llevar semanas sin hablarnos de repente se atreve a presentarse en mi casa y empezar a tocarme. No, no le voy a dejar, no va a tenerme tan fácilmente. En verdad, lo necesitaba, lo deseaba. Lo deseaba tanto, pero también no debía caer entre sus redes, otra vez.

Aparto su mano bruscamente y dejo caer los cubiertos en el plato, resonando en toda la sala y haciendo mucho ruido. Me levanto corriendo y subo a mi habitación. Me llevo una mano al corazón mientras una triste y solitaria lágrima se derrama por mi cara. No podía ser verdad lo que acababa de pasar, imposible. Oigo pasos subir por las escaleras, pero me quedo inmóvil, sin ser capaz ni siquiera de cerrar la maldita puerta, ahí, paralizada en medio de todo ese desorden de libros, ropa y pensamientos. Alguien entra pero no me atrevo a mirar. Unos brazos me cubren y yo entierro mi cabeza en su pecho. Huele a él, ese olor de perfume de tío que es adictivo e impregna todo a su paso; así huele él. Se siente a él, se siente tan tremendamente bien...

Curva su cuerpo y nuestras caras se rozan, acerca sus labios a mi oreja y me susurra:

- Te he echado de menos peque   -

Su aliento caliente invade mi mente. Giro mi cabeza y miro a esos ojos hermosos pero a la vez tan misteriosos donde se esconden tantas cosas indescifrables, miro a esos ojos tan profundos que puedes ver tu vida entera en su reflejo, miro a esos ojos tan herméticos que me habían dicho un ESTOY AQUÍ sin palabras.

Me abraza otra vez, pero ahora soy yo la que toma el control, libero mis dos manos de alrededor de su firme torso y me sirvo de ellas para agarrarle la cabeza y bajarlas hasta su cuello y juguetear con su pelo. Me acerco aún más y él no se aparta, sigue ahí, esperando algo más.

Nuestros labios están a solo pocos centímetros de distancia y se puede sentir la tensión y la llama que habita y crece cada vez más y más en ambos.

- Hazlo, bésame  -       murmuro y dejo soltar un suspiro.

- Si lo hago, si te beso ahora, nunca seré capaz de irme, nunca me lo perdonaré -

Y se va tal cual ha entrado, por la puerta, dejándome sin nada.


Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora