Una hora después de comer, me llama Hayden, el novio de Sophie. Me dice que vaya a su casa donde están casi todos los populares para que me puedan introducir al grupo. Acepto y voy. Llevo puestos pantalones cortos vaqueros, un top vintage de mi madre, una chaqueta de mi hermano y mis converse favoritas.
Paso a la casa, están todos en el sótano hablando y jugando al billar. Me siento en el sofá, esperando hundirme en él y no volver. Pienso que todos me están mirando y pensando mal sobre mí. Empiezo a sudar y juguetear con los dedos.
-Hola, soy Kate y estas son Zoey y Sophie, a quien ya conocerás- se presenta una chica sentándose a mi lado. Kate era hermosa, alta, pelirroja, siempre maquillada y con ropa que a mí nunca me dejarían ponerme, típica que atraía a todos los chicos. Zoey era morena, con pelo castaño y ondulado, más parecida a mí.
-Sí os he visto un par de veces en el instituto, soy Lana- mentiras, mentiras y más mentiras. Claro que me conocían y yo a ellas, en el colegio solo me fijaba en ellas y en el imán que tenían y hacía atraer a todo el mundo alrededor. De hecho, Kate fue mi mejor amiga durante toda primaria, pero cuando entramos en el insti y sus padres se divorciaron, se juntó con su nueva amiguísima del alma Zoey, que iba tras de ella como perrito faldero, y empezaron a ignorarme y decir rumores sobre mí que reflejaban sus propias inseguridades.
-Chicos, venid, vamos a jugar a un verdad o reto- comenta Sophie rompiendo la tensión que se había acumulado en tres segundos.
Los chicos se acercan y me saludan con gestos, típico de hombres jajajajaja.
-Pues que empiece la novata no?- pregunta Zoey.
-Venga ¿verdad o reto?- demanda Sophie y todos me miran.
-Pues... no sé, reto supongo- respondo
-Vale, uno sencillo, te reto a que enciendas la tele- interrumpe Kate.
Me levanto a encender la tele cuando se empieza a reproducir un vídeo. Era yo el otro día en la fiesta, cuando estaba en el baño llorando, gritando, haciéndome daño y en plena crisis de ansiedad. No me lo podía creer, sabía que era demasiado bonito para ser verdad.
¡Qué hijos de puta! Se empiezan a reír y yo cojo mis cosas y salgo corriendo de aquel horrendo lugar.
Me dirijo al bar donde trabaja mi primo de 24 años y me exprimo en la barra, delante de él. Solo salen sollozos y lágrimas, y más lágrimas. Lágrimas a cántaros, hasta que toda la barra y mi camiseta están empapadas. Mi primo tiene una botella de licor que me llama la atención, exactamente, ginebra. Me dice que vaya al baño, me calme y me vaya a casa. Cojo la botella en secreto y me la bebo entera casi de un trago de camino a casa.
Cuando llego son las tantas y mis padres me esperan enfadados en la entrada.
-Pero cómo se te ocurre hacer eso, me das vergüenza-
- Tu madre estaba preocupadisima llevas desde las cuatro desaparecida- me gritan al entrar. Todo está borroso a mi alrededor y yo solo estoy rota por dentro.
-¡Dejadme vivir mi vida! Ya no puedo más con vosotros, estoy harta- contesto en voz alta.
Mi padre se acerca y empieza a olisquear.
-¿Has bebido?¿Quién coño te ha dado alcohol? Solo tienes 17 joder- berreo mi padre muy furioso mientras me sacudía. Yo no contesto, porque ese era el problema de mi familia, siempre me habían tratado como una niña de cristal débil, como alguien que se va consumiendo poco a poco, y lo que más me dolía es que era verdad pero no lo podía afrontar, no quería que me tuvieran que ayudar.
-Odio el colegio, odio a mis amigos y odio a esta familia y odio todo de mi pequeña y estúpida vida. Así que puedes gritarme, enfadarte o lo que diablos quieras, porque honestamente, ojalá estuviera muerta, ya no siento nada. ¿Y sabes cuál es la mejor parte? que ni siquiera me importa- termino por llorar y encerrarme en la habitación. Por fin me he dado cuenta de que no siento absolutamente nada y ya no quiero luchar más.
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Tenías que ser tú
Teen FictionUna chica desesperada por sentirse viva, un chico mayor que ella que le ayuda a levantarse y una historia de amores y mentiras. ¿Serán capaces de encontrarse a sí mismos por el camino, cuando ya hace tiempo que se han perdido? ¿Podrán quererse, sabi...