5. consecuencias

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Habían pasado casi dos semanas desde el accidente y seguía castigada y sin hablar con mis padres. El comienzo de curso fue como esperaba, nada nuevo. Aparentar, aparentar y más aparentar. Las personas son como móviles, en cuanto pierden la conexión, se ponen a jugar juegos. Y eso es lo que me entristece, pensar que vivimos en una sociedad en la que nos da igual lastimar y pisotear a otros mientras salgamos ganando o siendo mejores.

Este tiempo sin redes sociales y sin salir, me ha venido bien para reflexionar sobre qué coño hago con mi vida y me ha servido para darme cuenta sobre lo que pasa a mi alrededor. Por ejemplo, me he dado cuenta sobre una nueva familia que se acaba de mudar y sobre cómo mamá ha ido a ayudarles cuando todo el vecindario pasaba de ellos, o sobre cómo mi hermano tiene problemas de trastornos agresivos compulsivos. Pequeñas cosas a mi alrededor de las que antes no me daba cuenta porque estaba metida en mí y nadie me podía sacar de ahí.

Alguien entra en mi habitación a guardar mi ropa limpia, seguramente mi madre. Estoy escuchando una playlist de pop chill, me giro y compruebo que efectivamente es ella. Intercambiamos miradas y ella se acerca más a mi cama, a tal punto que se acaba sentando a mi lado.

-¿Qué tal estás de verdad, hija?- me pregunta. Por un momento entro en shock, no me esperaba para nada eso.

-En realidad, no lo sé...- respondo con voz temblorosa

-Estoy muy preocupada-

-Lo sé, pero qué quieres que haga?-

-Mira, yo sé que lo estás pasando mal, la adolescencia es complicada y puede ser una cabrona, y lo siento si he estado pendiente de otras cosas en vez de vosotros, todas las noches me voy a la cama pensando si he sido suficiente o si os merecéis a una madre mejor pero al final siempre pienso en tu padre en que me encontró en mi peor momento y me acogió y me cuidó y me ayudó a formar esta maravillosa familia. Y sé que lo estás pasando muy muy mal pero esto te va a dar fuerzas y te va a preparar para algo mejor que está por llegar- dice conteniendo las lágrimas- Y gracias por llegar a mi vida en el momento que más lo necesitaba y gracias por ser mi apoyo todo este tiempo aunque siento que nos estamos perdiendo y quiero volver a como era antes, quiero recuperarte.

-Te entiendo, yo también- respondo entre sollozos.

MI madre me coge en sus brazos, pega mi cabeza contra su pecho y me abraza como si no hubiera un mañana.

Antes de todo esto mi madre y yo éramos carne y uña, nos contábamos todo pero el tiempo y los malos momentos nos fueron distanciando hasta el hecho de que solo éramos dos extrañas viviendo en la misma casa.

Me acuerdo una vez que le pregunté a mamá cuando era pequeña de porque siempre me llamaba milagro. Me contó que era porque ella en esa época, cuando estaba embarazada, tenía cáncer de mama y los médicos le habían dicho que era posible que el bebé naciera ya muerto o con alguna anomalía o enfermedad. Entonces cuando nací yo, fue como un milagro, y por eso me pusieron Lana porque significaba "la mujer que ilumina".

Al terminar su historia, nos abrazamos fuerte como aquella tarde de septiembre en la que volvimos atrás en el tiempo a ese mismo instante en el que todo era perfecto.

Venía de nadar en la piscina e iba empapando todo a mi paso. Desde pequeña siempre me había apasionado el agua, podrían pasar horas y nunca me cansaría.

Me metí en la ducha, estaba helada, pero en cierto modo me gustaba esa sensación de escalofríos que te recorría por la venas. Me sequé y bajé a cenar. Es la primera vez que comemos juntos desde hace un mes cuando mi accidente. Hay pollo con brócoli y puré de patata. Todos hablan y yo simplemente me quedo concentrada en el plato, pensativa. Aunque algo me llama la atención de su conversación.

-No interrumpas, Vico. Bueno, lo que te estaba diciendo es que he invitado este sábado a cenar a los Wilder, así que nada de líos ese día eh...- le dice mi madre a mi padre.

-Espera, pero si los sábados tengo tenis, ya sabes que me agobio si no voy, ¿Me la puedo saltar? Aparte me da pereza, que más me da a mí los Wilder- protesta mi padre.

-Nos vamos a tener esta discusión otra vez, son nuevos en la urbanización, vienen de muy lejos y son demasiado simpáticos y humildes. Se merecen una cálida bienvenida y se la vamos a dar- añade mi madre

-Pues haz lo que te salga del coño, Vera, pero yo no pienso retrasar el partido ni arreglarme para una estúpida comida- se enfada mi padre.

-Muy bien, Vico, sigue hablándome así y después que no te extrañen las consecuencias- y se empezaron a gritar, a pelear y a dar portazos, como siempre hacían.

Subí a la habitación principal donde estaba mi madre llorando mientras guardaba algunas cosas en los armarios. La cogí, nos sentamos en la cama y nos abrazamos. No me gustaba ver a mi madre así, tan culpable y melancólica. Por parte me daba pena por mi padre, en el fondo sabía que él también necesitaba a alguien que le apoyara en estos momentos como yo hacía con mi madre, pero Vico era otro mundo aparte en el que conviene no meterse.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora