9. La reclamación

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La luna nos alumbra, testigo de nuestro amor, mientras danzamos en el abismo, sin temor. La inmortalidad nos une en un vínculo etéreo, y en nuestras miradas, el deseo es sutil y sincero.

 La inmortalidad nos une en un vínculo etéreo, y en nuestras miradas, el deseo es sutil y sincero

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📅 DÍAS DESPUÉS

Termino de secarme el pelo y miro al espejo el resultado. Hoy he decidido rizármelo un poco y dejar que los bucles cojan la forma que quieran. Tampoco me apetece echarme ninguna crema en la cara que me cubra las pecas. Hace tiempo que decidí no ocultarlas. Salgo del baño decidiendo que ver esta noche. Esta mañana llamé a la madre de Nat y me dijo que al parecer, le ha pedido que la deje en paz y no la agobie queriendo saber donde está. Así que, he decidido que voy a pasar de alguien que ya no me merece la pena. 

Aún estoy asimilando lo que Carlos y los chicos me contaron. A medida que pasan los días y no sé nada de ellos, me ha dado por pensar que tal vez no era verdad lo que me dijeron. Pero luego pienso en lo que vi y viví, y mi cabeza es una locura.

Un par de golpes en la puerta me hacen dejar mis pensamientos a un lado. Con cautela voy hacia el monitor que descansa en una de las mesas y me fijo en la imagen de la pantalla. No me sorprendo al ver a Carlos ser la persona que llama a mi puerta. Lo que me sorprende es que pueda verlo, pues pensaba que los vampiros no tenían reflejo. 

En estos días he estado leyendo más cosas sobre vampiros. Y tengo que decir que me han confundido todavía más porque hay millones de teorías sobre lo que pueden o no hacer. Teniendo en cuenta que se supone que son seres que no existen. 

- Sé que estás ahí, Grace. Puedo escuchar como te mueves.

Carlos alza sus ojos mirando a la cámara. Todo mi cuerpo sufre un espasmo al ver a esa mirada. Y eso que solo es a través de una pantalla. Dejo escapar un pequeño suspiro y voy hacia la puerta. Le quito el seguro y desconecto la cerradura, para abrirla segundos después.

- ¿Oído supersónico a lo Superman? –le pregunto apoyándome en la puerta, pero aún sin dejarlo entrar.

- Deberías dejar de teorizar tanto, porque te vas a llevar una desilusión –me contesta. Mi mirada le hace un buen repaso. Camisa negra combinada con un vaquero. Zapatos negros de vestir, y por último, una chaqueta, negra, también de cuero. Y todo esto, acompañado de un innegable atractivo que le es muy difícil de ocultar.

- Y tú deberías hacer que dejen de vigilarme. Resulta algo fastidioso que me sigan a todos lados –el rostro de Carlos enmudece para, después, chasquear su lengua algo irritado.

- ¿Cómo lo has sabido?

- Me dedico a eso, ¿recuerdas? -le hago una mueca para que perciba cuan disgustada estoy con su vigilancia, algo que a él parece darle igual pues no se muestra nada arrepentido. 

- Si, lo recuerdo perfectamente.

Entre los dos se instala el silencio durante unos buenos segundos. Tanto que quiero preguntarle, pero tengo que admitir, que me da miedo saber las respuestas.

Rizkaya -  Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora