Carlos Sainz o Karel Saiduz. No importa como se llama cuando una mirada suya puede destruirte. Con un corazón frío como el hielo. Sin sentimientos. Sin amor. Condenado. Encadenado a su sed de venganza.
Su solo nombre producía miedo y terror entre s...
"Encadenado a mi sed de venganza. La sangre me pertenece, me da la vida pero también me la quita, al igual que tu posesiva mirada. Miedo. Temor, pero también atracción. Lo tienes todo, pero no eres nada"
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📆 PRIMEROS DE ENERO DE 1789
📍PARÍS, FRANCIA
Fue arrojado a la calle como un perro, como a uno que ya no les sirve cuando ya han tomado todo de él. Su sangre había sido drenada hasta provocarle un paro cardíaco. Su cuerpo, usado tantas veces por hombres y mujeres que llegó un momento que perdió la cuenta de las veces que había sido ultrajado. Humillado. Abandonado y apaleado, lo dejaron tirado en una sombría calle de París a la espera de una muerte, la cual ya rondaba muy cerca de él.
No había nada más que deseara en la vida que morir, terminar de una vez con esta aciaga existencia que el destino había guardado para él.
Ya casi con su último aliento, sintió una fría mano en su frente y como su dueño pronunciaba palabras en una lengua que no reconocía. Los oscuros ojos del extraño le produjeron un intenso escalofrío, más si se percató que él parecía querer ayudarle. Agarró su mano para detenerlo, encontrándose con la negativa de éste.
-Quiero mor...ir... dejadme ir con Dios -le pidió el castaño de ojos claros con un hilillo de voz, pues la vida, ya le estaba abandonando para su regocijo.
-Dios hace tiempo que te abandonó, hermano, pero tienes suerte de que estoy yo aquí. Te mueres. Esa puta te ha dejado sin sangre y ni el mejor galeno podría curarte, y es una pena, porque vas a quedarte sin vengarte de ella.
Sintió la sangre espesa en su boca, y como casi se ahoga con ella. Tosió un par de veces, sintiendo como le faltaba el aliento y todo el cuerpo le crujía con cada vaivén de su cuerpo.
-Dime una cosa, Marc Hervé, porque, así te llamas, ¿verdad? -el de ojos marrones vio como el moribundo asentía deseoso de librarse de tan inesperado acompañante en sus últimas horas de vida- ¿no te gustaría vengarte de ella? ¿no te gustaría que recibiera su merecido? el ostracismo. El abandono. La pérdida de su posición. Esa sería la peor muerte para ella. Dime, ¿quieres vengarte, Marc?
No tenía nada que perder. Se moría. Daba igual lo que contestara, sus ojos no verían jamás la caída de Maria Antonieta, la infame reina que dispuso de él como su esclavo bañándose en su sangre y usándolo para sus depravadas prácticas sexuales.
-Si, si quiero -contestó sintiéndose mareado y como la vista se le nublaba. Pero, antes de abandonarse a los brazos de la muerte, sintió un cálido aliento estrellarse en su boca y unos ojos más oscuros que la noche.
-Bienvenido a tu nueva vida, Mar Hervé, abraza la oscuridad y sé el dueño de ella.
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