4. La chica de seguridad

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"Las noches de pasión se multiplican, en cada beso y caricia desenfrenada, como si el tiempo no tuviera fin, en su amor que trasciende a la eternidad."

🕰 MINUTOS ANTES

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🕰 MINUTOS ANTES

- Tienes que relajarte, Carlos -me pide Charles dándome una palmada en la espalda- cabrearte no va a solucionar nada.

-Pero cortar cabezas, si -le respondo tajante pues la ira se ha abierto paso por cada poro de mi piel y me es muy difícil calmarme. 

- Ni que fuera la primera vez -le gruño a Charles mientras él me guiña un ojo riéndose.

Estoy harto de la gente que no sabe hacer su trabajo. Esta mañana dejó de funcionar la seguridad del club sin saber porqué. La puta empresa que se encarga de ello no tienen ni idea de lo que hacer y es lo que más me jode. Por suerte Charles ha tomado las riendas y ha llamado a otra empresa para que cambie el sistema entero. De hecho han mandado a su mejor técnico ahora para que evalúe los daños y nos cree uno nuevo.

- Te hace falta echar un polvo, Carlos, bueno, más bien te hace falta echarle un polvo -sigue diciendo el metomentodo este. Maldita sea la hora en la que Charles se cruzo en mi camino.

- No sé de que me hablas, Charles -le niego sabiendo que me habla de ella. De la pelirroja cuyo olor aún sigue en nuestra casa. 

- Más bien de quien te hablo -Charles insiste manteniendo una arrogante sonrisa en su rostro mientras me habla, algo que me enfada aún más. 

- Debí dejarte morir desangrado cuando tuve la oportunidad -le recuerdo medio gruñéndole, harto de ser su motivo de diversión.

- Tu vida sería más aburrida sin mi -es lo que me contesta de forma burlona. 

- Pero estaría tranquilo.

- Sabes que no -Charles vuelve a darme una palmada en el hombro, a la vez que recibe una llamada en su móvil. Descuelga y contesta con monosílabos a su interlocutor. 

- La analista ya está aquí -me anuncia Charles después de colgar el teléfono. 

Escucho desde aquí abrirse la puerta lateral del club y de pronto un olor a canela y azúcar invade mis fosas nasales. Todo mi cuerpo se revuelve y mi polla decide despertar también y saludar al público. Ese olor. Ese puto olor que me vuelve loco. Grace. Ella es la dueña de esa fragancia que me embriaga por completo. Y estoy tan obsesionado que cuando se fue me apropie de su almohada y he dormido en ella hasta que el olor ha desparecido.

Escucho sus pasos entrar en la sala. La boca se me seca y no puedo dejar de mirarla. Joder, si es que esta tía altera todos mis putos sentidos. Esa falda estrecha que lleva y esa chaqueta entallada solo me dan ganas de arrancarle la ropa y tomarla aquí mismo en el suelo del club. Ella alza sus ojos y los dos nos miramos durante unos buenos segundos, sin ser yo capaz de apartarle la mirada. 

Rizkaya -  Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora