Carlos Sainz o Karel Saiduz. No importa como se llama cuando una mirada suya puede destruirte. Con un corazón frío como el hielo. Sin sentimientos. Sin amor. Condenado. Encadenado a su sed de venganza.
Su solo nombre producía miedo y terror entre s...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
📆 DIEZ AÑOS DESPUÉS
Los agitados pasos en las escaleras me hacen agitar mi cabeza perdiendo la concentración de la documentación que tengo frente a mi. La puerta de mi despacho se abre con gran estrépito entrando por ella dos cabecitas pelirrojas, una más enfadada que la otra.
-¡Papá! ¡Fiona ha vuelto a hacerlo! ¡Quería colarse en mi entrenamiento! -suspiro un par de veces desviando mi mirada hacia mi hija, quien frunce sus labios eludiendo los reclamos de su hermano.
-Fiona .-la regaño consiguiendo solamente que ella ruede sus ojos y le saque la lengua a su mellizo.
-Ares es un exagerado. Yo no quería colarme, quería entrenar -mi pequeña pelirroja cruza sus brazos en un gesto que eriza los vellos de mi piel. Algunas de sus expresiones me recuerdan muchísimo a Grace, mi amada esposa.
-Fiona. Tú ya tienes tus horas de entrenar y tus clases. Cada uno se ejercita de forma más específica acorde a sus habilidades. Deja de incordiar a tu hermano o tendré que castigarte, otra vez -le advierto alzando una de mis manos para que ambos dejen de pelear, pues mientras regañaba a mi hija, su hermano no paraba de burlarse de ella- y no quiero que me cuestionéis, ¿entendido?
-De acuerdo, papá -asiente Fiona sin oponer resistencia a mi petición- ¿puedo subir a ver a mamá?
-No, no puedes. Ya os he dicho que no me gusta que entréis a verla sin mi permiso -ambos bajan su mirada hacia el suelo, decepcionados de que no les permita ir a visitar a Grace. Solo pensar en ella y también me sumo en la misma melancolía que ellos.
-Lo siento, papá, pero, realmente teníamos ganas de verla -me confiesa Fiona levantando sus ojos, unos tan azules como los de su madre.
-Si, pero ya sabéis que ella tiene que descansar, y vuestros gritos se lo están impidiendo -les vuelvo a recordar con algo de pesar, el mismo que veo en mis hijos.
-Tranquilo, amor, que ya me despertaron.
Todo mi cuerpo sufre una descarga eléctrica cuando ella aparece. Su pelo revuelto y su rostro aún somnoliento consecuencias de no haber dormido. Grace me ofrece una cálida sonrisa, curvando su boca hacia arriba al hacerlo. Pronto, mis hijos se abrazan a su madre, provocando en ella una melodiosa risa que viaja directamente a mi estómago.
-¿Qué nos trajiste, mami? -le pregunta Fiona batiendo sus manos en un par de palmas mientras mi mujer coge a ambos de la mano para sentarse con ellos en el sofá.
-¿Te acordaste del chocolate? -la voz emocionada de Ares me hace levantarme de mi sillón para dirigirme hacia ellos, y así librar a Grace del acoso de los niños.
-Si y si. Está todo en nuestro salón -Fiona y Ares le dan un rápido beso a su madre, poniéndose en pie a continuación para salir corriendo tras sus regalos.
-Los malcrías -tomo la mano de mi mujer sentándome a su lado mientras ella deja un pequeño beso en mis labios.
-Hablo quien pudo -me rebate ella ofreciéndome una burlona sonrisa, a la vez que emite un bostezo que intenta ocultar llevándose la mano a la boca.