﴾Capítulo 1﴿

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Mansión Kim, diciembre de 2022

El alba, cuando empezaba a despuntar su promesa de luz, era su momento preferido para correr. El ejercicio era algo que debía hacerse, tres días a la semana, como cualquier otra tarea o responsabilidad. Kim Seokjin hacía lo que debía hacerse.

Corría por el bien de su salud. Un hombre que acababa de «celebrar» —si es que podía llamarse así en aquella etapa de su vida— su cuarenta y un aniversario tenía que cuidar de su salud. Corría para mantenerse fuerte, pues deseaba tener fortaleza, la necesitaba. Y corría por vanidad. Su cuerpo nunca más volvería a ser como a los veinte o incluso a los treinta, pero, por Dios, sería el mejor cuerpo que alguien podía tener a los cuarenta y uno.

No tenía marido ni amante, pero sí una imagen que mantener. Era un Kim, y los Kim se caracterizaban por su orgullo.

Pero, Señor, qué pesado llegaba a ser el mantenimiento.

Vestido con una campera contra el frío del amanecer, salió del dormitorio por la puerta que daba acceso a la terraza. La casa aún dormía. Su casa, que había estado tan vacía, ahora volvía a estar ocupada, y ya era muy infrecuente que reinara de nuevo en ella un silencio absoluto.

Estaba Jackson, que era como un hijo para él; se encargaba de mantener la casa en orden, lo entretenía cuando él lo necesitaba y permanecía discretamente apartado cuando quería estar solo.

Nadie conocía sus estados de ánimo mejor que Jackson.

Y estaban Taehyung y sus dos preciosos hijos. Había sido un buen día, pensó mientras hacía ejercicios de calentamiento en la terraza, aquél en que contrató a Kim Taehyung para que se ocupara de su vivero.

Por supuesto, Tae no tardaría en marcharse y se llevaría con él a aquellos niños encantadores. No obstante, una vez se hubiera casado con Jungkook (¡y qué buena pareja hacían!) vivirían a solo unos pocos kilómetros de distancia.

Jimin seguiría allí, infundiendo a la casa su juventud y energía. Seokjin, Jin, también había sido afortunado con él. Una vaga y distante relación familiar hizo que Jimin, entonces embarazado de seis meses, llegara a su puerta. En Jimin había encontrado al otro hijo que deseaba en secreto, y la alegría de una nieta honoraria en la pequeña y adorable Lune Violette.

Pensó que no se había dado cuenta de lo solitaria que había sido su vida hasta que llegaron aquellos muchachos para llenar el vacío. Y temía que llegara el día en que Yoongi, abandonara el pabellón para invitados que estaba a tiro de piedra del edificio principal.

Pero así era la vida. Nadie sabía mejor que un jardinero que la vida jamás permanece estática. Los ciclos eran necesarios, pues sin ellos no habría floración.

Bajó la escalera briosamente, gozando de la estampa que ofrecían sus jardines invernales envueltos en las tempranas nieblas. ¡Qué bonitas eran las betónicas con su suave follaje plateado cubierto de rocío! Y los pájaros aún tenían que atacar los brillantes frutos de su cerezo silvestre rojo.

Caminando a fin de dar a los músculos tiempo para que se calentaran, y al mismo tiempo gozar de los jardines, rodeó el lateral de la casa, hacia la fachada.

Trotó con más rapidez por el sendero que conducía a la entrada de la finca.

Era un hombre alto y esbelto, de negro y corto cabello al que no dedicaba muchos cuidados. Sus ojos, color del chocolate intenso, examinaban el terreno: los altos magnolios, los delicados cornus, la disposición de los arbustos ornamentales, la masa de pensamientos que había plantado solo unas semanas atrás y los arriates donde las flores tardarían un poco más en brotar.

Rosa Negra²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora