﴾Capítulo 37﴿

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A Jin le temblaban las manos. Aunque quería seguir leyendo, tuvo que levantarse e ir a abrir las puertas de la terraza. Necesitaba aire. Con el cuaderno en la mano, permaneció en el exterior, aspirando el fresco aire de la mañana.

¿Qué clase de hombre había sido Soohyun? Había obligado a su esposa a aceptar un hijo ilegítimo. Aunque no la hubiera amado, debería haberla respetado. ¿Y qué cariño podía sentir él por ese niño, si lo entregaba a una mujer que jamás lo querría, que no podría quererlo como una madre? ¿Que siempre se sentiría agraviada por él? ¿Que incluso lo despreciaría?

Y todo para que continuara el apellido Kim.

-¿Jin?

Él no se volvió al oír la voz de Namjoon a sus espaldas.

-Te he despertado. Creí que no estaba haciendo ruido.

-Y no lo has hecho, pero he notado tu ausencia.

-He encontrado algo. He empezado a leer algunos de los diarios, y he encontrado algo.

-Sea lo que fuere, parece que te ha trastornado.

-Estoy triste y enojado. Y me sorprende no estar estupefacto. He encontrado una entrada... No, deberías leerla tú mismo. -Se volvió, tomó el cuaderno y lo abrió por donde había interrumpido la lectura-. Llévatelo a la sala. Necesito quedarme un poco más aquí.

-De acuerdo.

Él tomó el cuaderno, porque había algo en los ojos de Jin que le conmovía, lo tomó de la barbilla con la mano libre y lo besó suavemente.

Jin se volvió hacia el panorama, hacia el terreno y los jardines a los que el alba iba dando una tonalidad plateada. El hogar que había pertenecido a su familia durante generaciones. ¿Había merecido la pena?, se preguntó. Mantener la mansión bajo el mismo apellido, ¿había compensado el dolor y la humillación causados por un hombre?

Entró en la sala y se sentó frente a Nam.

-¿Es aquí donde te has interrumpido? -le preguntó.

-Supongo que necesito digerirlo. ¡Qué cruel fue con ella! No era una mujer admirable, a juzgar por lo que he leído en sus otros diarios. Egoísta, centrada en sí misma, mezquina. Pero no merecía algo así. No me has dado un hijo, así que lo busco en otra parte. Acéptalo o vete. Y ella lo aceptó.

-Eso todavía no lo sabes.

-Lo sabemos. -Jin meneó la cabeza-. Leeremos el resto, pero lo sabemos.

-Si quieres, yo leeré esto y todo lo demás más tarde.

-No, hagámoslo ahora. Al fin y al cabo es mi legado. A ver qué puedes encontrar, ¿de acuerdo? Voy abajo a hacer café.

Al regresar, observó que Nam se había puesto las gafas de lectura. Parecía un estudiante desgreñado que se hubiera pasado toda la noche teniendo relaciones sexuales. Sin camisa, con el botón de los jeans desabrochado y el cabello gris en desorden.

Experimentó aquella misma ternura, como un bálsamo que mitigara el dolor de su corazón.

-Me alegro de que estuvieras aquí cuando encontré esto. -Dejó la bandeja sobre la mesa e, inclinándose, lo besó en lo alto de la cabeza-. Me alegro de que estés aquí.

-Hay más -dijo él, tomándole las manos-. ¿Quieres que te lo resuma?

-No, léeme sus palabras. Quiero oírlas.

-Hay fragmentos aquí y allá; sus pensamientos sobre el asunto aparecen en entradas cotidianas. Su humillación y la rabia que sentía. Ella le hizo pagar del único modo que sabía: derrochando su dinero, negándole el acceso a su cama, viajando.

Rosa Negra²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora