﴾Capítulo 25﴿

53 11 2
                                    

Jin no vio a Nam durante un día, y también el día siguiente. Quería tener la mente clara y estar sereno, y eso requería su tiempo. Tenía que reunirse con su abogado, y se sentía obligado a concertar otra cita con William Rolls en el club.

Detestaba verse apartado de su trabajo, sobre todo al comienzo de la temporada alta. Podía dar gracias a Dios por contar con Taehyung, con Yoongi y también con Jimin. Podía confiar en que su negocio estaba en las mejores manos.

Pero esas manos no eran las suyas, por lo menos no lo eran mientras iba de un lado a otro arreglando el estropicio que Hyukjae había hecho.

Una vez realizadas las desagradables gestiones, se dirigió bajo una fuerte lluvia al edificio donde creaban nuevas plantas. Durante un par de horas, por lo menos, podría dedicarse a los últimos preparativos para la temporada de primavera. Y podría irse con su dolor de cabeza y su mal talante a un lugar privado y dejar que el trabajo obrara su magia.

Pensó que, cuando hubiera terminado, iría en busca de Namjoon. Si no estaba trabajando en la biblioteca, lo llamaría. Deseaba su compañía... o confiaba en que la desearía por la noche.

Quería que le dieran conversación, sobre algo distinto de sus problemas personales. ¿Y no sería agradable relajarse con él, tal vez en la sala de estar, ante la chimenea encendida, sobre todo si seguía lloviendo, y deleitarse un poco con el modo en que él lo miraba?

Él podía acostumbrarse fácilmente a que un hombre lo mirase como si fuese hermoso, deseable y único.

Si se acostumbraba lo suficiente, podría empezar a creerlo. Y Jin se daba cuenta de que le gustaría creerlo. Qué distinto era experimentar la atracción por un hombre en el que estabas seguro que podías confiar.

Abrió la puerta del edificio donde creaban nuevas plantas. Pero entró en su propio dormitorio.

Las brasas de la chimenea eran la única luz de la habitación, y las pequeñas llamas que aún ardían entre ellas lanzaban destellos dorados y rojos a la oscuridad. Primero los oyó: la respiración apresurada, la risa queda, el sonido de la ropa.

Entonces los vio a la luz de la chimenea. Hyukjae, su marido, y la mujer que era una invitada en la casa. Abrazados. No, más exactamente... manoseándose, ansiosos por tocarse, por saborearse mutuamente. Jin podía percibir la excitación de ambos, la energía de la emoción ilícita. Y supo, incluso en aquellos segundos de pasmo, que aquélla no era la primera vez. No lo era en absoluto.

Permaneció allí inmóvil, con los sonidos de la fiesta a sus espaldas, y absorbió la traición de que era objeto y la humillación que se deslizaba por debajo de él como un líquido espeso y viscoso.

Como hiciera antes, empezó a retroceder, para dejarlos allí, pero él volvió la cabeza, la volvió hacia Jin mientras sus manos tocaban los pechos de la mujer.

Él sonrió, alegre, encantador y taimado; luego soltó una risita baja y satisfecha.

-Estúpido, nunca te he sido fiel. Ninguno de nosotros lo somos. - Mientras le hablaba, su rostro cambió, la luz y la oscuridad lo modificaron y se convirtió en el rostro de Namjoon-. ¿Por qué habríamos de serlo? Los donceles están hechos para ser usados. ¿Crees de veras que cualquiera de ustedes importa más que otro? -La agradable voz estaba llena de desdén mientras él acariciaba a la mujer que tenía en sus brazos-. Todos mentimos, porque podemos.

Las sombras se movieron y el rostro se convirtió en el de Jae Hwan. Su marido, su amor. El padre de su hijo.

-¿Crees que te fui fiel, necio patético?

-Jae Hwan. -El dolor casi hizo que se le doblaran las rodillas. Tan joven, pensó, tan lleno de vida-. Oh, Dios mío, Jae Hwan.

-Oh, Dios mío, Jae Hwan -lo imitó él, mientras sus manos hacían gemir a la mujer que abrazaba-. Necesitaba hijos, ¿no es cierto? No eras más que una yegua de cría. De haber tenido más suerte, habría vivido y te habría abandonado. Me habría llevado lo que importaba, me habría llevado a mi hijo y mis sobrinos y te habría dejado.

Rosa Negra²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora