Jin había llegado a su dormitorio cuando Nam le dio alcance y entró tras él. Jin se volvió con premeditada lentitud.
-No creo haberte invitado a entrar.
-No creo haberte pedido que me invitaras. -Con la misma premeditada lentitud, él cerró la puerta, y lo sorprendió al correr el pestillo.
-Será mejor que lo descorras y salgas, o créeme, la ira de ese fantasma supuestamente psicótico no será nada comparada con la mía.
-Si quieres poner a prueba tu ira conmigo, hazlo, pero primero sabré porqué.
-Ya te lo he dicho. No me hace ninguna gracia que invadas mi intimidad de este modo y te imagines...
-Tonterías. ¿Qué es lo que te ha conducido a esto? Me has dejado de lado, me has rehuido durante días. La última vez que estuvimos juntos fue en esta cama, y estabas conmigo, Seokjin. Quiero saber qué ha cambiado.
-Nada. Tengo mi propia vida, igual que tú. -En un premeditado y, Jin mismo lo habría admitido, mezquino gesto, se encaminó a las puertas de la terraza y las abrió bruscamente-. Tengo mucho que hacer.
Él se limitó a cruzar la estancia, cerró las puertas y corrió el pestillo.
Jin no estaba seguro de encontrar las palabras apropiadas a causa de la ira que ardía en su garganta.
-Si crees por un instante que voy a tolerar...
-Cállate -lo interrumpió él, y aunque Jin notó que le embargaba la cólera, lo vio bajo una nueva luz-. Pensándolo mejor -le dijo antes de que Jin pudiera pensar en una respuesta-, responde a una sola pregunta. Te dije que me estaba enamorando de ti. ¿Fue eso un error?
-¿Decírmelo? No. Pero posiblemente lo es enamorarte. Soy un hombre difícil.
-Eso no es una noticia de última hora.
-Estoy cansado, Namjoon, estoy enojado, estoy sentimentalmente... No sé cómo diablos estoy, pero ahora no quiero pelearme contigo, porque no jugaría limpio y luego lo lamentaría. No quiero hablar ni estar contigo.
-No me marcharé, precisamente porque estás cansado, enojado y estás sentimentalmente confuso. Si no quieres hablar ni pelearte, me parece muy bien. Tiéndete, haz una siesta. Esperaré a que te sientas mejor.
-Por el amor de Dios. -Él giró sobre sus talones, se acercó a las puertas de la terraza y, descorriendo el pestillo, volvió a abrirlas. Seguía lloviendo-. Necesito aire. Tengo una apremiante necesidad de aire.
-Muy bien. Aspira todo el que quieras. Pero esta vez, Seokjin, vas a hablarme.
-¿Qué esperas que diga? ¿Qué quieres oír?
-Con la verdad será suficiente.
-La verdad, entonces. Él me ha hecho daño. -Su voz estaba embargada de emoción mientras se apretaba el pecho con un puño-. Mucho daño. Ver Jae Hwan así... No puedo explicarlo, no hay palabras para decir lo que me ha hecho.
Se volvió hacia él, y Nam vio que tenía los ojos humedecidos. Las lágrimas no se deslizaban de sus ojos, y él solo podía imaginar la enorme fuerza de voluntad que las retenía. Pero las lágrimas daban a sus ojos un brillante tono castaño claro.
-Ha dado conmigo en el suelo, y ahí no podía hacer nada. ¿Cómo habría podido enfrentarme a eso? ¿Cómo puedo enfrentarme a algo que en realidad no existe? Ni siquiera saber por qué lo ha hecho me evita la angustia, la congoja de pasar por un trago tan terrible.
Con un gesto de impaciencia, se pasó las palmas de las manos por los ojos, para eliminar cualquier lágrima que se le hubiera escapado.
-Jae Hwan no merecía que lo tratara así. ¿Te das cuenta? No lo merecía. Era un hombre bueno, Namjoon. Un hombre bueno, un buen marido y un buen padre. Me enamoré de él a los catorce años. Un niño de catorce años, ¿te imaginas? Él me hizo hombre y padre... y viudo, Dios mío. Lo quería, lo amaba con locura.
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Rosa Negra²
ParanormalRico, independiente y con hijos ya mayores, Kim Seokjin ha renunciado a sus cuarenta y un años a volver a amar. Su negocio y la gran amistad que lo une a Taehyung y Jimin son ahora su vida. Hasta que el secreto que alberga su casa lo obliga a pedir...