Jin necesitaba relajarse. Mientras guardaba de nuevo las joyas en su estuche, pensó que había actuado de forma admirable. Por fin había logrado quitarse de encima a su vengativo ex marido. Pero el coste había sido otra escena en público.
Estaba harto de eso, harto de que sus trapos sucios se aireasen ante los ávidos ojos de la gente. Y tendría que superarlo.
Se desvistió y se puso una cálida bata de franela.
Se alegraba de haberse ido pronto del club. Sonriendo, pensó que no había ningún motivo para permanecer allí. La sala se había convertido en un caos, con las mesas volcadas, la comida y la bebida derramadas, y los asistentes, horrorizados, que corrían a ponerse a salvo.
Tanto la refriega como el mismo Jin serían el centro de los chismorreos durante semanas.
Pero eso no le importaba, era de esperar, se dijo a sí mismo mientras preparaba un baño caliente. Capearía el temporal, y lentamente las cosas volverían a la normalidad. Añadió más jabón en polvo para producir espuma de baño, un agradable capricho cuando se daba un baño a medianoche. Cuando terminara, relajado, rosado y fragante, podría ir a la biblioteca y llamar a Nam haciendo una señal con el dedo.
Le agradecía que comprendiera su necesidad de estar ratos a solas.
Exhalando un suspiro, se metió en la bañera y dejó que el agua lo cubriera hasta las orejas. Un hombre que reconocía sus estados de ánimo, y los aceptaba, era un raro hallazgo.
Recordaba que Jae Hwan también solía ser así. Ambos armonizaron a la perfección; actuaron en equipo para levantar una familia, disfrutaron de su presente y planificaron el futuro. Perderlo fue como perder un brazo.
Con todo, él se había enfrentado con valentía a la situación, si podía decir tal cosa de sí mismo. Había criado a unos hijos de los que él y Jae Hwan podían sentirse orgullosos, había aportado seguridad a su hogar, honrado sus tradiciones, creado su propio negocio. No estaba nada mal para un viudo.
Sonrió al pensar en ello, pero la tensión se le acumuló en la base del cuello cuando pasó a la fase siguiente. Hyukjae. Un error necio, impulsivo. Y aunque no era nada excepcional, todo el mundo tenía derecho a cometer errores, aquél había causado demasiado daño, un enorme trastorno. Provocó especulaciones y chismorreo, lo que en cierto sentido afectaba más a su orgullo.
Él lo había hecho dudar de sí mismo demasiado a menudo durante su matrimonio; Jin, que siempre había tenido mucha confianza y había estado muy seguro de sí mismo. Pero Hyukjae tenía una notable capacidad de erosionar, era embaucador y taimado; bajo su encanto se escondía un carácter retorcido.
Era degradante admitir que había sido estúpido, y todo por un hombre.
Pero aquella noche le había dado su merecido, y eso compensaba gran parte de la irritación, la vergüenza y el dolor. Pensó que Hyukjae se había servido a sí mismo en bandeja de plata, y que Jin se había limitado a hincarle el tenedor.
Estaba acabado.
Así que podía estar satisfecho y hasta vanagloriarse.
Ahora tal vez había llegado la hora de una nueva fase en la vida de Seokjin.
¿Estaba preparado para ello? ¿Preparado para dar el gran y temible salto hacia un hombre que lo amaba tal como él era? Casi cincuenta años, y pensando en el amor y el matrimonio... por tercera vez nada menos. ¿No era una locura?
Ociosamente movió los dedos bajo el chorro de agua que había dejado correr para mantener el baño caliente.¿O acaso era un regalo, ya envuelto en un bonito papel, atado con un voluminoso lazo y arrojado a sus brazos?
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Rosa Negra²
ParanormalRico, independiente y con hijos ya mayores, Kim Seokjin ha renunciado a sus cuarenta y un años a volver a amar. Su negocio y la gran amistad que lo une a Taehyung y Jimin son ahora su vida. Hasta que el secreto que alberga su casa lo obliga a pedir...