﴾Capítulo 12﴿

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El vivero cerraba pronto debido a las fiestas, y Jin destinó el tiempo a ocuparse de las plantas de su casa. Tenía que cambiar de tiesto o dividir varias de ellas, y quería reproducir algunas para hacer regalos.

Aquel día fresco y claro se instaló en su invernadero personal, cálido y húmedo. Trabajó con una de sus flores favoritas, una enorme violeta africana procedente de una plántula que su abuela le dio más de veinte años atrás. Con la melancólica voz de Norah Jones en el ambiente, seleccionó cuidadosamente media docena de hojas nuevas y las cortó con sus tallos para hacer esquejes. De momento utilizaba una vasija alrededor de cuyo borde plantaba los tallos. Al cabo de un mes tendrían raíces y se formarían otras plántulas. Entonces las plantaría individualmente en los tiestos verde claro que tenía preparados.

Serían un regalo para Taehyung, para su nueva casa, su nueva vida.

Le complacía poder transmitir aquel fragmento sentimental de su herencia a un hombre que lo comprendía y a quien Jin había llegado a querer.

Un día, cuando sus hijos se casaran, haría lo mismo por ellos y les daría aquel fragmento vivo de su herencia. Querría a las parejas que ellos hubieran elegido, porque ellos las amarían. Si era afortunado, le gustarían las personas con las que se casaran.

Sus nueras o yernos, pensó. Y los nietos. Daba la sensación de que no faltaba mucho tiempo para que tuvieran lugar esos acontecimientos; aunque más extraño resultaba todavía que él empezara a anhelarlos. Llegó a la conclusión de que eso se debía a que Taehyung, Jimin y los niños vivían en la casa.

De todos modos, podía esperar. Aceptaba el cambio, pero eso no significaba que tuviera una prisa apremiante por cambiar.

De momento su vida estaba ordenada. Su negocio era floreciente, lo cual no solo constituía un triunfo personal, sino que era un gran alivio.

Era mucho lo que había arriesgado al fundar el Jardín, pero fue un riesgo que tuvo que correr, por sí mismo y por su herencia.

Jamás abandonaría la mansión Kim, aunque el coste de su mantenimiento era muy elevado. No se le ocultaba que ciertas personas lo consideraban un potentado, pero aunque desde luego no tenía necesidad de economizar al máximo, tampoco podía decirse que nadara en la abundancia.

Había criado a tres hijos, los había vestido, alimentado y educado. Su legado le había permitido estar en casa con ellos sin necesidad de trabajar fuera, y su propia astucia en las inversiones le había proporcionado un colchón financiero.

Pero tres carreras universitarias y la facultad de medicina para Joohyuk no habían resultado baratas. Y cuando la casa exigía nuevas cañerías, una mano de pintura o un tejado nuevo, se veía obligado a dárselos. Todo esto había requerido que, con el transcurso de los años, vendiera discretamente algunos objetos de valor. Era cierto que no tenía un gran apego a los cuadros o a las joyas, pero aun así había sentido una punzada de culpabilidad al vender objetos que había heredado de sus antepasados.

Debía sacrificar algunas partes a fin de conservar el conjunto.

Llegó una época en la que tuvo la seguridad de que había encarrilado lo mejor posible el futuro de sus hijos, pero de todos modos el dinero era necesario.

Por un momento muy breve consideró la posibilidad de buscar un empleo.

Namjoon tenía razón, no le gustaba recibir órdenes. En cambio, no había duda de que tenía suma facilidad para darlas. «Después de todo, utilizas tus puntos fuertes», se dijo con un atisbo de sonrisa. Eso era lo que había hecho.

Había tenido que elegir entre hacer acopio de valor para montar su propio negocio o tragarse el orgullo y trabajar para alguien. Para Jin, la elección fue clara.

Rosa Negra²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora