Jin estuvo presente mientras duró la reunión. Consideraba que era su deber, y una cuestión de agallas. Cuando regresó a casa, se cambió y salió al jardín por la puerta trasera, para sentarse en su banco, al fresco, y examinar los pequeños indicios de la primavera que se aproximaba.
Asomaban los brotes de los bulbos, los narcisos y los jacintos, que no tardarían en florecer. El azafrán de primavera ya estaba florido. Jin pensó que aparecía demasiado pronto y duraba muy poco.
Veía los prietos capullos de las azaleas y la neblina sobre la forsitia.
Mientras permanecía allí sentado, el dominio de sí mismo que había mantenido hasta entonces se resquebrajó y por fin se estremeció en lo más hondo de su ser. Encolerizado y dolido, sintiéndose insultado, dejó que su fuerte carácter protestara del indigno atropello de que había sido objeto. Se hizo a sí mismo el regalo de nadar en el mar de todas aquellas oscuras emociones mientras seguía allí sentado, a solas en el silencioso jardín.
Durante aquellos momentos de aparente quietud, en el banco, el furor alcanzó su apogeo y luego remitió, hasta que Jin pudo respirar de nuevo con normalidad.
Llegó a la conclusión de que había actuado del modo más apropiado. Se había enfrentado a la situación, aunque detestaba hacerlo en público. De todos modos, siempre era mejor hacer frente a una pelea que huir de ella.
Se preguntó si Hyukjae había pensado que lo haría. ¿Había pensado que Jin perdería el dominio de sí mismo en público y que huiría humillado para lamerse las heridas?
Suponía que sí. Hyukjae nunca lo había comprendido.
Mientras contemplaba la pérgola donde las rosas se multiplicarían y florecerían para él desde la primavera al verano y hasta bien entrado el otoño, pensó que Jae Hwan sí que lo había comprendido y amado. O por lo menos comprendió y amó al joven que él era entonces.
¿Amaría al hombre en que se había convertido?
Echó la cabeza atrás y cerró los ojos, diciéndose que ése era un extraño pensamiento. Tal vez Jin no habría sido el hombre que era si él hubiera vivido.
«Te habría abandonado. Todos lo hacen. Te habría mentido y engañado y destrozado. Se habría ido de putas mientras tú lo esperabas. Todos lo hacen. Lo sé muy bien».
No, Jae Hwan no, pensó Jin, apretando más los ojos mientras la voz seguía susurrando en su cabeza.
«Es mejor que muriese y que no viviera lo suficiente para arruinarte. Como ese otro, el que ahora llevas a tu cama».
-Qué patético eres -susurró Jin-. Estás tratando de ensuciar la memoria y el honor de un hombre bueno.
-Jin. -Una mano en su hombro lo sobresaltó-. Perdona -le dijo Nam -. ¿Hablabas en sueños?
-No. -¿Notaba Nam ese extraño frío, o solo estaba dentro de Jin? En su interior, junto con el estremecimiento de sus entrañas-. No estaba durmiendo, solo pensaba. ¿Cómo has sabido que estaba aquí?
-Jackson me ha dicho que te ha visto desde la ventana y que venías hacia aquí, de eso hace más de una hora. Es demasiado tiempo para que estés sentado en este banco con semejante temperatura. -Le tomó la mano y se la restregó mientras se sentaba a su lado-. Tienes las manos frías.
-Están bien.
-Pero tú no. Pareces triste.
Jin se quedó un momento pensativo, pero entonces se dijo que ciertas cosas no podían ser solo personales. Al fin y al cabo, Nam trabajaba para él.
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Rosa Negra²
ParanormalRico, independiente y con hijos ya mayores, Kim Seokjin ha renunciado a sus cuarenta y un años a volver a amar. Su negocio y la gran amistad que lo une a Taehyung y Jimin son ahora su vida. Hasta que el secreto que alberga su casa lo obliga a pedir...