Siguiendo el aroma del café y el ruido, Jin entró en la cocina. La deprimente lluvia gris le había impedido salir a correr, por lo que canalizó la energía completando el equivalente de cinco kilómetros en la cinta andadora. Era una alternativa que solía matarlo de aburrimiento, pero aquel día lo hizo canturreando las canciones que pasaban en su playlist.
En la cocina, la pequeña estaba sentada en su sillita alta; golpeaba la bandeja con el entusiasmo de un batería de heavy metal, y los hijos de Taehyung gimoteaban ante sus cuencos de cereales.
-Sí -dijo Taehyung, en un tono de padre frustrado-. Los dos tienen que ponerse los impermeables, porque soy malo y mandón y quiero que lo pasen mal.
-Odiamos los impermeables -replicó Yeonjun.
-¿De veras? No es eso lo que dijeron cuando me pidieron por favor que se los comprara.
-Eso era antes.
Tal vez solidarizándose con ellos o quizá por pura diversión, Lune dejó de golpear con el sonajero de goma y lo tiró, junto con una mordisqueada tostada.
Yeontan, que tenía ojos de águila, tomó el pan antes de que cayera al suelo, y el sonajero aterrizó con un sonoro «plop» en el cuenco de cereales de Kai.
La leche se derramó por el borde del cuenco, e hizo que Lune gritara encantada. En una reacción en cadena, Yeontan lanzó una andanada de chillidos ensordecedores y dio unas volteretas caninas, mientras Yeonjun se doblaba por la cintura, riéndose a mandíbula batiente.
Taehyung era rápido, pero por una vez Kai había sido más rápido que él y había sacado el sonajero del cuenco para arrojarlo, goteando, al regazo de su hermano.
-¡Por el amor de Dios! -Taehyung tomó una servilleta con una mano y alzó la otra para detener la represalia de Yeonjun-. No pienses ni siquiera en eso.
-Lo siento, lo siento. -Jimin recogió el cuenco y más servilletas, mientras los chicos se empujaban mutuamente.
Como un momento de calma en la tormenta, Jackson se acercó con un trapo húmedo.
-Lo limpiaremos. Alborotadora -le dijo a Lune, que le respondió con una sonrisa idéntica a la de Jimin al tiempo que las migas se desprendían de su boca.
Jin examinó el caos y se limitó a sonreír.
-Buenos días -dijo, y entró en la cocina.
Las cabezas se volvieron hacia él.
-Hola, Jin -lo saludó Taehyung, mirándolo fijamente-. ¿Qué estás haciendo aquí?
-Ya que vivo aquí, he pensado en venir a tomar una taza de café. -Se inclinó para besar a Lune en la cabeza-. Hola, chicos. La chiquita tiene muy buena puntería, ¿no es cierto? Ha dado justo en el blanco.
La idea era tan intrigante que los chicos dejaron de pelearse.
-¡Hazlo otra vez, Lune! -Kai tiró de la manga de su padre-. Dáselo, papá, para que pueda volver a hacerlo.
-Ahora no. Tienen que terminar o van a llegar tarde a la escuela.
Consultó su reloj y vio que pasaban de las ocho. Pensó que Jin solía salir de casa una hora antes.
-Ahora los cereales tienen saliva de bebé -se quejó Kai.
-Puedes comer un pastelito.
-Entonces quiero un pastelito. -Yeonjun empujó su cuenco a un lado-. Si él puede comer un pastelito, yo también.
-Está bien, está bien.
-Iré a buscarlos. -Jimin le hizo un gesto a Taehyung para que no se moviera-. Es lo menos que puedo hacer.
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Rosa Negra²
ParanormalRico, independiente y con hijos ya mayores, Kim Seokjin ha renunciado a sus cuarenta y un años a volver a amar. Su negocio y la gran amistad que lo une a Taehyung y Jimin son ahora su vida. Hasta que el secreto que alberga su casa lo obliga a pedir...