Capítulo LVII

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                            ∆∆∆Dylan∆∆∆

— Dylan. - oí a Chris desde la sala. Yo me encontraba a penas secándome el cuerpo, debido a que había tomado una ducha en cuanto llegué. - Dylan! - insistió, haciendo que me apresurara y saliera de la habitación, al mismo tiempo que enrollaba la toalla en mi cintura.

— Ya voy, ya voy. - dije calmado, caminando lentamente e imaginándome cualquiera de las posibilidades que podían ocurrirle ahora, para que me estuviera llamando tan insistentemente.

Avancé y llegué a la sala, mirándolo justo en la entrada de la cocina, con varios tumultos de ropa a su al rededor, ya que estaba por lavarla. Se encontraba parado, quieto, y serio, con los brazos cruzados y mirándome de una manera que no sabía descifrar, debido a que, nunca lo había vista así.

— Qué pasó? - moví los hombros interrogante, dando paso para que, al mismo tiempo que extendía una playera blanca, dejándola a la vista, comenzaba a hablar.

— Q-qué es esto? - preguntó titubeante, lo que me daba la primera señal de que, esto era algo importante para él, porque estaba evidentemente nervioso.

— Una camisa. - respondí lo primero que pensé, tan espontáneamente que, ni siquiera, me dí el tiempo para pensar si esa era la contestación que buscaba. Aunque, cuando lo ví girar los ojos y bufar, visiblemente molesto, me dí cuenta de que, no había lugar para bromas en esta conversación, a pesar de que no lo había hecho con intención.

— Hablo de esto. - tomó aire y apuntó, como si estuviera tratando de mantener la paciencia.

Miré hacia el lugar señalado y, fue cuando me percaté de que, en esa parte, la tela se iba tornando de un rosa muy leve, pero el cual, una vez que lo hallabas, no había forma de pasarlo desapercibido. Fruncí el ceño, acercándome y tomándola para verla mejor. Era mi camisa, la misma que había usado hacia unas horas en el trabajo. Pero no encontraba alguna explicación que pudiera dar para justificar cómo demonios había llegado ahí. Parecía polvo, incluso, si lo tallabas, podías mancharte los dedos.

— Qué es? - devolví el cuestionamiento, viéndolo asentir de manera cansada.

— Eso quiero saber. Por qué tienes rubor en tu camisa? - se aconchó a la pared y me observó. El tono de su voz se oía muy distinto al que siempre usaba conmigo, parecía como si esto fuera un reclamo o interrogatorio, así que me estaba poniendo nervioso.

Pero, lamentablemente, al igual que Chris, yo no sabía porqué eso había aparecido ahí. Era obvio que no me maquillaba, ya que no le prestaba mucha atención al cuidado de mi cara, y jamás usaría rubor, y menos en esa cantidad. Era como si alguien se hubiera limpiado en mi pecho, ya que la marca se encontraba más o menos a esa altura. Levanté dudoso, la vista de la tela, ya que había permanecido con los ojos prácticamente adheridos a ella, como si, en algún momento, me fuera a dar la respuesta de aquella interrogante que nos ponía en esta situación.

— También está llena de feromonas de omega, y, no son mías. - continuó ante mi silencio y mirada interrogante, señalándola y alzando un poco la voz.

Pero, gracias a su observación, fue que mi estúpida nariz pudo identificar aquel desconocido y raro aroma que había sentido desde mi trabajo, haciendo que todo pudiera congeniar y, con algo de alivio, llegué a la conclusión y hallé la respuesta. Sabía quién y cómo adquirí tanto el aroma, como la marca rosa, y, efectivamente, era de alguien más. Alguien que no era Chris y a quien él había identificado. Así que, seguramente, esa era la razón por la cual ahora figuraba un semblante serio e interrogante, frunciendo su ceño y cruzando los brazos sobre su pecho, dejándome ver molestia en aquellos lindos y brillantes ojos heterocromáticos, los cuales revoloteaban de la camisa, hacia mí.

¿Le temes al Amor, o a MÍ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora