Capítulo 11

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~Hannia~

Mire a Soledad horrorizada. ¿Y ahora que hacia? Tenía que hacer algo al respecto, yo era responsable por lo ocurrido, aun cuando fuera de manera indirecta, yo había intervenido en el despido de la chica.

—Necesito verlo y saber que está pasando —Murmure. También quería saber cómo estaba Jae, aunque intuía que estaría furioso conmigo. Si tan solo hubiera dejado que despidieran a aquella chica, esto no habría ocurrido y yo era consciente de eso. Me levante del asiento y me dirigí a la puerta.

—Lo siento —Contesto Soledad bloqueándome el paso— El señor Kim pidió que se quedará todo el día en su oficina.

— ¿Qué? — ¿No quería verme? ¿Por eso me evitaba? ¿Estaba enojado?

—Esas fueron sus órdenes —De eso no tenía duda, sonaba a algo que él diría, pero aun con su negativa, quería verlo, tenía que ir a donde estaba.

—Tengo que hablar con él —Dije pasando de ella y saliendo de mi oficina. Avance a toda prisa por el corredor con mi asistente detrás de mí.

—Por favor, señora Hannia.

—Yo me hago responsable por desacatar sus órdenes.

—Aun así…

—No te preocupes, no tendrás problemas —La única que seguro los tendría, seria yo. No solo por salir de ese modo de mi oficina y desobedecerlo, sino por lo sucedido con la empleada. Y por eso, sí que me lo había ganado.

Llegue hasta la oficina de Jae, su secretaria levanto la vista al escuchar las suplicas de Soledad para que desistiera y regresara con ella a mi oficina, pero yo tenía algo en mente y eso era hablar con él.

—Tengo que ver al señor Kim —Dije a su secretaria. Ella me miro desconcertada.

— ¡Por favor, señora! —Rogo Soledad de nuevo.

—Lo siento, pero está ocupado —Contesto la secretaria de Jae. Observe como se dedicaban una mirada cómplice, ella y Soledad, seguro intentarían detenerme. Sin importarme ambas mujeres, cruce la distancia y llegue hasta la puerta de la oficina de Jae, la abrí de prisa, encontrando a Jae sentado detrás de su escritorio. Sin parecer demasiado sorprendido me miro y después a las chicas que se encontraban detrás de mí.

— ¡Señor, lo siento! —Se disculparon ambas.

—Pueden retirarse —Les dijo y luego volvió su mirada a mí.

—Con su permiso —Contestaron las mujeres y escuche como se alejaban de mí.

—Imagine que no te quedarías quieta —Susurro con voz tranquila.

La Esposa de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora