Capítulo 63

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~Jae~

Vi como unos hombres, que apenas recordaba haber visto en un par de ocasiones en las reuniones, se acercaban a donde me encontraba. ¿Cuántas personas más tendría que saludar? Esto comenzaba a cansarme. Deseaba regresar cuanto antes con Hannia. No había podido dejar de sentirme intranquilo, después de que Max me contara que llamo y nadie atendió. Justo antes de tener a ambos hombres delante de mí, mi teléfono comenzó a vibrar. Lo tome rápido para ver si era algo urgente. ¡Flor! Fue el nombre que apareció en la pantalla. No lo pensé y conteste.

― ¿Flor? ―Pregunte manteniendo la voz baja.

―Estaba segura de que contestarías ―Un escalofrió me recorrió al escuchar su voz. ¡Ney! ― No soy Flor, ya te habrás podido dar cuenta. ¿Adivina quién soy? ―Pregunto con voz cantarina. Ignore la mirada de reproche que me dedico Max, cuando ignore a los dos hombres.

 ―Jae.

―Dame las llaves de tu auto ―Le ordene. Max arrugo la frente pero obedeció. Las tome de su mano y me dirigí a la salida del edificio― ¿Por qué tienes este teléfono? ―Exigí. La escuche reír divertida ante mi cuestionamiento― ¿Dónde estás? ―Tenía un mal presentimiento. ¡Maldita sea! Solo había una manera de que obtuviera ese aparato y eso significaba que estaba en la casa. ¡Dios! ¡Hannia!

―Eres inteligente, cariño. Piensa en donde podría estar en estos momentos.

―Ney... no juegues conmigo ―La amenace. Apreté con fuerza los dedos en torno al metal frio de las llaves, en un intento por contener la ira que sentía desbordarse en mi interior. No, otra vez no. No podía sucederle algo malo a Hannia. No de nuevo.

―Tranquilo, cariño. Veras solo te llamaba para darte mi más sincero pésame. Aunque no sé cuál debería darte primero... si el de tu madre... o el de tu hijo ―Las palabras se atascaron en mi garganta y sentí como si me hubieran golpeado dejándome sin aire en los pulmones.

― ¿De que estas hablando? ―Pregunte arrastrando las palabras, mientras apretaba con fuerza la mandíbula.

― ¡Aja! ―Se burló― ¿Verdad que he logrado tener toda tu atención? ―Murmuro con ironía. ¡Maldita!

― ¡Ney! Contéstame ―Exigí furioso. Aun cuando era consciente que caer en sus provocaciones era lo peor que podía hacer. El hecho de que tuviera ese estúpido celular en su poder era una mala señal y la desesperación comenzaba a apoderarse de mí.

―Cariño, sabes que no deberías de gritarme ―Dijo con toda la ironía que pudo. Jale aire e intente tranquilizarme mientras introducía la llave en la cerradura de la puerta. Esa maldita mujer.

― ¿Qué le hiciste?

―Jajaja me encanta cuando te pones así, casi puedo imaginar tu expresión de enfado. Eso me prende.

― ¡Maldita sea Ney! Contesta.

―Tranquilo. ¿Sabes? En estos momentos esa mujer ¿Cómo se llama? Mmm... Bueno... no importa...

― ¿Qué con ella?

―Mmm... esta tirada en el piso, justo en donde tu madre murió  ― ¿Qué? ¡No! ¡No!

― ¿Qué le hiciste?

― ¿Yo? ―Pregunto fingiendo inocencia― Yo nada, ni siquiera la toque, ni un solo pelo. Te lo aseguro. Es más, puedes preguntarle si quieres...

― ¿Entonces? ¿Qué haces ahí? ¿Y porque dices que esta así?

―Mmm... haces muchas preguntas, creo que me confundes ― ¡Maldición! Me hacía perder la paciencia. Solté un puñetazo contra el metal del auto― ¡Uy! ¿Qué fue eso?

La Esposa de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora