Epilogo

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~Hannia~

Escucho el sonido de la campana anunciando que la ceremonia pronto comenzara, el corazón me late de prisa y las manos me sudan. Trato de respirar y apaciguar los nervios, sujeto con fuerza el hermoso ramo de calas blancas, mis flores favoritas.

― ¿Estas lista? ―Pregunta Jennifer entrando al pequeño atrio de la iglesia. La miro sin ocultar mi nerviosismo y asiento lentamente.

Desde luego que estoy lista, he esperado poco más de un año por este instante, no podría estar más lista, pero aun así, me siento como una adolescente a punto de encontrarse con su novio.

―Eso creo. ¿Cómo esta Min Hee? ―Me preocupa dejar tanto tiempo solo a mi pequeño. Casi no lo he visto esta mañana, por todo el asunto del peinado, el vestido y demás cosas sobre la boda. Seguro debe estar inquieto.

―Él está muy bien, Hannia. Deja de preocuparte. Mi tía lo está cuidando, sabes que él la adora.

―Lo sé.

―Cariño ―Mi padre aparece en la puerta― ¡Dios! ―Exclama mirando mi atrevido vestido.

Me ruborizo ante la mirada desconcertada de mi padre. Esto ha sido idea de Max. Según él, Jae se quedara sin aliento en cuanto me vea caminar por el pasillo. La idea me gusta y al mismo tiempo me preocupa, desde que nació Min Hee, no hemos podido tener mucha intimidad, al menos no como a él le gustaría y sé que eso lo tiene impaciente y quizás verme con esto puesto haga detonar su ansiedad. Muero por ver eso. Pero ver la mirada perpleja de mi padre me hace considerarlo.

― ¡Hey prima! ―Jennifer me chasquea los dedos frente a los ojos y me hace reaccionar. Vuelvo a observar el rostro sorprendido de mi padre y me apeno un poco.

― ¿Es demasiado? ―Inquiero con preocupación.

Niega lentamente, pero su expresión me dice todo lo contrario. Quizás debería quitármelo. Ahora no solo seré una mujer casada, también soy madre y debo pensar en ello.

―Claro que no ―Dice entusiasmada Jennifer― Te ves despampanante y seguro a tu futuro marido le encantara.

―No me hagas caso, hija. Es solo que soy un poco anticuado, pero te ves hermosa.

―Gracias ―Susurro y camino hasta tomar su brazo.

― ¿Vamos? ―Pregunta y asiento.

Jennifer abre la puerta y avanzamos hasta la entrada de pasillo que me conducirá al altar. La música de la orquesta se puede escuchar mientras nos acercamos. Sigo pensado en mi atrevido vestido, aunque me reconforta saber, que no hay muchos invitados que presenciaran mi intrepidez. Puesto que decidimos hacer algo sencillo y muy íntimo, pero aun así me preocupa lo que puedan pensar mis conocidos al verme. ¡Hay pero matare a ese Max! Debí suponer que esto era una tomada de pelo, no sé porque aun continúo cayendo en sus bromas.

La Esposa de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora