Capítulo 3

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~Hannia~

— ¡Que envidia! —Chillo la mujer a mi lado, mientras terminaba de colocar mi tocado y comenzaba a arreglar mi peinado. 

—Y sí. Que afortunada —Concordó la otra chica que se encontraba en la habitación, su ayudante. Sin contestar, me limite a solo escucharlas, no tenía ganas de explicar lo equivocadas que estaban, eso echaría a perder las cosas y desde luego que no podía hacer algo así.

 “Solo sonríe y finge que eres feliz”

Esas eran las palabras que el cretino de Jae, me había dicho el día anterior, cuando me visito en el hotel, en el que me hospede después de que Max me recogieran en la puerta de mi casa.

“No olvides las reglas, piensa que todo es por el bienestar de tu padre”

Eso también había dicho. ¡Era un idiota! De verdad que cada vez lo odiaba más. Odia su cinismo y su prepotencia.

—Su futuro marido debe quererla demasiado —Dijo de nuevo la mujer  junto a mí, sacándome de mis pensamientos. Ella era un poco mayor, pero siendo una estilista de las más reconocidas, su piel parecía tan perfecta e impecable. La otra chica, era un poco más joven que yo, tenía el cabello corto y de color rojizo. Ambas no dejaban de sonreír desde que llegaran y vieran el vestido más caro del mundo. Menuda tontería. Intente devolver  la sonrisa, pero sencillamente no podía.

—Sí, debe quererla mucho —Coincidió de nueva cuenta su ayudante— Este vestido es uno de los más caros y hermosos de todo Corea —Para mí eso era irrelevante, un vestido no compraba la felicidad, nunca lo había hecho y menos ahora. Además de que no era precisamente mi futuro marido quien había comprado ese costoso vestido, sino el cretino de su hermano.

¿Cómo sería el hombre que se convertiría en mi marido? ¿Sería igual que Jae? No, esperaba que no fuera así, de lo contrario mi vida sería un infierno. Hasta ese momento no me había puesto a pensar en ello, pero lo cierto era que no tenía idea de cómo era ese hombre. No sabía su nombre, cuantos años tenía, altura, físico, no sabía nada sobre él. Tampoco tenía idea si tendría que cumplir mi deber como esposa. ¡Dios! De pronto la idea me aterro. No había pensado en ello y ese tipo no había mencionado nada. Aunque era tarde para pensar en ello, tenía que casarme.

—Apuesto a que serás la envidia de todas las mujeres —Escuche a la estilista. Quien sonrió dándome un ligero golpecito con el dedo sobre el hombro. Sus palabras me recordaron al cretino de Jae, eso mismo había dicho “Serás la envidia de todas las mujeres” ¿Envidia? Ninguno de ellos tenía idea de lo que sentía. Se escucharon unos golpes en la puerta y las tres miramos hacia la ella.

—Yo abro —Se ofreció la muchacha. Llego hasta la puerta y abrió, Max apareció entonces. Llevaba un elegante traje negro con un moño en el cuello.

— ¿La novia esta lista? —Pregunto mientras me miraba.

—Casi —Contesto la estilista— Solo unos pequeños toques y estará lista…

—Tienen dos minutos —No era una petición, era una orden, algo que ya era tan típico de Max. La primera vez que lo había visto, me pareció una persona amable y educada, pero ahora opinaba todo lo contrario, era igual a su jefe. Quizás todos sus empleados eran igual a él.

La Esposa de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora