Capítulo 14

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~Hannia~

Claro que no quería ser de ningún otro hombre, pero Jae no era el hombre correcto. No solo por ser el hermano de Seung, mi marido, sino porque también sus constantes cambios de humor, lo volvían desconcertante y difícil de entender.

—Son bonitas las palabras —Comencé a decir, manteniendo la severidad en mi voz— Pero así como el papel arde con facilidad, las palabras también se diluyen con el tiempo —Esbozo una sonrisa.

— ¿Quieres que firme algo? No, papel no, porque arde ¿Verdad?... ¿Qué tal si lo grabo? ¿Eso podría contar?

—Deja de burlarte de mí, Jae.

—No me estoy burlando de ti.

—Claro que sí. Además, no se me olvida el detalle de la píldora, otra muestra de que me tratas como a tu puta —Aunque agradecía que me la hubiera proporcionado, como siempre sus métodos no eran los más sutiles. Tan desconcertantes, como solo Jae podía ser.

—Solo intento cuidar de ti.

—Qué lindo —Dije con sarcasmo.

—Entonces ¿Prefieres que usemos condón?

— ¿Usemos?

—Por supuesto.

—Ya te dije que no se repetirá.

—Sabes, creo que sería incomodo usar condón todos los días. Tendría que comprar una caja —Dijo ignorando mis palabras. ¿Una caja? ¿Para qué rayos quería una caja?

— ¿Quién dijo que lo haríamos de nuevo? —Sonrió con descaro, mientras su rodilla intentaba colarse entre mis piernas.

—No hace falta que lo diga nadie.

— ¿Piensas acaso obligarme a tener sexo contigo?

—Claro que no.

—Entonces ¿Me lo ordenaras? —Me miro un poco dolido, mis palabras eran duras, pero eran la verdad. Con él todo eran reglas y órdenes. ¿Cómo no podría estar a la defensiva?

—Hannia —Susurro, mientras sujetaba un mechón de mi cabello, que enrollaba en sus hermosos dedos— Lo haremos, no porque te lo ordene, sino porque tú lo deseas, tanto como yo… —Tuve que pasar saliva, lo cual provocó que su sonrisa creciera aún más. Mientras acortaba la distancia entre nuestras bocas— Niégalo —Susurro prácticamente sobre mis labios. ¿Cómo se supone que lo negaría? ¡Imposible! No podía negarlo, tenía razón. Mi sexo comenzó a palpitar y en mi estómago, crecieron las ansias por sentirlo.

Teniéndome a su merced, probo mis labios, primero con un beso lento y suave, el cual termino de hacerme ceder a sus encantos. Pues sus labios eran amables, del mismo modo que sus manos sostenían con ternura mi rostro. ¡Rayos! Jae me volvía loca.

La Esposa de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora