Capítulo 15

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—Sebito, tenemos una reunión.

Maximus levanta la cabeza que tiene entre las rodillas mientras intenta ordenar sus pensamientos, lo encuentra delante de él, hablándole con su voz desgarrada por esa sustancia corrosiva que bebe. Sacude la cabeza y vuelve a ponerla donde está.

—¿Ahora si me quieren? —suelta con una risa.

No entiendo cómo funcionan aquí. No entiendo cómo funciona el mundo. Quizá hubiera sido mejor haberme quedado para siempre como una máquina sistematizada y sin vida. Puedo pensarlo, pero mi corazón da un vuelco cuando la idea toma forma en mi mente. ¿Para quién hubiera sido mejor? ¿Para el Nivel Superior?

—No seas tonto, Sebo. Aquí no se dan segundas oportunidades. Pueden confiar en ti hoy y mañana tirarte a los leones. ¿Me has entendido?

No contesta. No se mueve ni un ápice. La voz de Nequiel cada vez asciende más y se torna más enfurecida.

—¿Me has entendido? —Repite con un tono más agresivo.

El joven levanta la cabeza. Se observan con cautela como dos enemigos que calculan el movimiento del otro.

Creo que entiendo ya cómo funciona esto. Derribar para no caer. Eso es lo que intentan. Lo que intentan todos. ¿Y si yo no quiero eso? ¿A quién le importa lo que yo quiera?

—¿Y por qué confían en mí? ¿Qué he hecho yo? ¿Llevar la sangre de un revolucionario? ¿Qué influye eso en mí? ¿Qué? ¡Vamos dime! ¡Yo no os sirvo! ¡Mírame y dime qué es lo que ves en mí que no tenga otro idiota! ¿Por qué yo? ¡Yo no soy nadie!

Se levanta mientras hace grandes gestos para recalcar su discurso. Se siente como Magna; a punto de estallar por alguna parte. Nequiel lo mira perplejo y alza las cejas repetidas veces. Se pasa una mano por la cara varias veces e intenta ordenar sus palabras para luego gritárselas. O al menos eso supone Maximus. Le sorprende cuando hace gestos relajados con las manos indicándole que se tranquilice.

—Tal vez no seas nadie, Sebo, pero necesitamos a gente dispuesta a luchar por nuestra causa.

Maximus se encoge de hombros y sacude la cabeza. Tiene un nudo en la garganta.

Estoy sometido a demasiada presión. ¿Es qué no se dan cuenta de que estoy como si acabara de nacer?

—Pues tendréis que buscar a otra persona. Ya tenéis a Simón, yo ya no pinto nada.

Nequiel suspira exasperado y se da media vuelta para irse. A medio camino se detiene para lanzarle de nuevo una mirada.

—Estamos en el Centro por si te arrepientes.

Suena bastante enfadado.

A mí me da igual, yo también lo estoy. Unos y otros me utilizan para conseguir sus beneficios. Si nadie piensa en mí, en mis conciudadanos, ¿por qué nosotros sí tendríamos que hacerlo en ellos? Empiezo a pensar que todo esto es solo una forma de adueñarse de la ciudad y tener que dejar de vivir aquí de esta forma tan precaria.

—He escuchado la discusión. Espero que no te importe.

Se gira al escuchar la voz aguda de Phoebe. Le sonríe como si se sintiese culpable. Maximus sacude la cabeza encogiéndose de hombros. Se acerca a él y sin que le diga nada se sienta a su lado.

—Siguen excluyéndome del consejo. Pienso que deberías ir. Sé que te sientes confuso y todo eso, pero solo sigue tus impulsos, ¿está bien?

La mira arrugando la nariz.

Seguro que la envían a ella para convencerme de que me una a sus filas para combatir contra mi gobierno. Un gobierno al que odio por hacer lo que hace. Pero ¿y si lo hacen por un buen motivo? No. No. No. No puede ser. El fin no justifica los medios.

Sombras del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora