Capítulo 28

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El amanecer la sorprendió desde las nubes mostrándole un paisaje que nunca creyó que sus ojos verían. Pero tampoco creía que estuviera suspendida en el aire, flotando en una cápsula invisible que la llevaría a su nuevo hogar, fuera de todo peligro. Siempre había pertenecido a aquel extraño lugar, pero eso ella no lo sabía.

Desde el cielo pudo ver los primeros rayos del sol, que le mostraron el nuevo mundo que se extendía bajo sus pies. Era más increíble de lo que jamás hubiera imaginado. Una gran ciudad de forma circular se abría paso entre el inmenso bosque que la rodeaba, pero aquello no era lo sorprendente. Lo que la dejó sin aliento fue lo que había en esa ciudad, dividida en cuatro zonas. Cuanto más se acercaba la cápsula en la que sobrevolaba aquel insólito lugar, más descubría. Vio unos enormes y frondosos árboles al noroeste, cuyos troncos casi rozaban las nubes. Estaban repletos de pájaros de todos los colores revoloteando a su alrededor. Entonces descubrió que entre las ramas había una especie de viviendas talladas en el propio tronco. Estaban integradas de tal forma que parecía que era la forma natural de los árboles. Tal vez lo fueran.

Al noreste vislumbró algo que la sorprendió aún más si podía. Eran casas que flotaban entre las nubes, se movían de un lado a otro con las corrientes del aire; subían, bajaban, se desplazaban a la derecha, a la izquierda... Era una ciudad danzante. Pudo ver a los primeros madrugadores que dejaban su hogar para ir al trabajo, salían y volaban en una cápsula como ella hacia otro punto de la ciudad o simplemente sobrevolaban las nubes hacia otro edificio cercano. Después su vista fue al sur, donde se encontró un gran lago de agua casi cristalina, le pareció vislumbrar algo en el fondo, pero no podría decir con claridad de qué se trataba. Quizás fuera su imaginación. Justo al lado de este gran lago todo era fuego. Se asustó al ver el gran incendio que acechaba aquel maravilloso lugar, pero entonces se dio cuenta de que eran casas de fuego. No se consumían por mucho que ardían. La gente pasaba por allí sin apenas prestar atención al fuego, tampoco se quemaban. Era una magia extraña, parecía que estaba soñando. Quizás estuviera haciéndolo. No era la primera vez que soñaba con un lugar parecido a aquel.

Había pasado un rato desde que estaba sobrevolando las nubes sin ver nada, antes de descubrir aquel maravilloso paisaje. Inmediatamente después de que contactara con aquella mujer de la Sede Mundial de la Magia, esa enorme burbuja había aparecido sin más para llevársela lejos de la ciudad que había sido su hogar durante toda su vida. Estaba tan sorprendida que ni siquiera había tenido miedo al iniciar el ascenso. Después de un día de tantas emociones, eso le resultó hasta divertido.

Ya casi estaba aterrizando, justo en el corazón de la ciudad, en una enorme plaza presidida por un castillo compuesto por tres torres que se perdían entre las nubes. Aquel castillo tampoco era indiferente, pues era en sí mismo una obra de arte, repleto de coloridas vidrieras, esculturas que fijaban su vista en el horizonte, vigilando de que la ciudad pudiera ser atacada. El sol se reflejaba en su superficie emitiendo unos destellos dorados, incluso había algunas plantas que formaban parte de la arquitectura del mismo.

Antes de que quisiera darse cuenta se había detenido en medio de la plaza, estaba allí de pie admirando toda aquella belleza cuando se dio cuenta de que había unos ojos posados en ella. Una gélida mirada azul enmarcada en un rostro lleno de arrugas estaba observándola con una sonrisa en los labios. Era una señora de pelo blanco y corto, con unas perlas blancas como collar, y unos grandes pendientes de circonita azul. Llevaba una chaqueta a cuadros blanca y azul, a conjunto con una falda. Sostenía las manos entrecruzadas en su abdomen.

—¿Skai Mitmand? —preguntó la mujer.

La chica asintió dubitativa, abrumada por la inquisitiva mirada de aquella mujer. Había algo en ella que la inquietaba.

—Te estábamos esperando. Acompáñame te enseñaré todo esto.

Sin decir ni una palabra más se giró y echó a andar hasta las enormes puertas del castillo. Skai tardó un momento en seguirla. Estaba aturdida por la belleza de aquel lugar, además de la actitud de aquella mujer, que ni siquiera conocía. Las puertas se abrieron suavemente cuando estuvieron lo suficientemente cerca y se adentraron en un mundo repleto de magia.

Sombras del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora