PARTE VI. YEMONS

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Los placeres y tentaciones van de la mano cuando se trata de oscuridad

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Los placeres y tentaciones van de la mano cuando se trata de oscuridad. Y las tinieblas lo absorbieron por completo. El poder fue lo único que le importó, y le daba igual a quien tuviera que quitárselo para ser más poderoso que nadie. Esa se volvió su obsesión.

De modo que hasta aceptó descender a los infiernos para entregarle su alma al mismísimo demonio, con tal de sorber cada gota de energía existente en cualquier criatura viva del universo. Sin embargo, toda esa fuerza, se volvía oscura al penetrar en su cuerpo. Energía corrupta, que perdía poder.

Tenía que encontrar al ser más poderoso de la Tierra para poder alimentarse de él. Mientras tanto se mantenía fuerte con la poca energía que le brindaban los humanos normales y corrientes. Pues la magia, hacía siglos que se había acabado en la Tierra. Él mismo había sido responsable de ello. Pero nunca había sido suficiente.

Así que se embarcó en una búsqueda imposible, que le llevó a todos los rincones de la Tierra. Pero cuando finalmente la encontró, se la ocultaron. Los Efímeros hacía años que perseguían lo mismo que él, para que no pudiera absorber más magia. Querían destruirlo, y si no obtenía el poder que necesitaba, lo habrían conseguido. Esa fue una de las pocas victorias que consiguieron. Pero las ansias de él eran incansables y nunca descansaría hasta verse convertido en un dios. O un demonio.

Al cabo de los años, cansado de que su lucha no avanzase, volvió a visitar el infierno, donde su magia oscura se tornaba más poderosa. Invocó allí a seres tenebrosos y deleznables, lanzándolos a Carena. Había llegado la hora de cobrarse su venganza. Desde allí comenzó a dirigir sus ataques, pero necesitaba a alguien que orquestara la guerra desde allí. Así, igual que el mal había hecho con él cuando era joven, embelesó las mentes de sus hijos.

Tal y como habían predicho las diosas durante las pruebas para la elección del rey, fueron Vintaz, Grerak y Krul, los más fáciles de tornar al lado oscuro. Finalmente, Redandcrow también cedió, pero su corazón no era oscuro, y eso le costó ser el primero que perdió la vida. Pronto, el plan de Yemons fue desmoronándose, pues todos sus hijos tenían las mismas ansias de poder que tenía él. No fue de extrañar que en una de las batallas Vintaz traicionara a los gemelos, queriéndose posicionar como el futuro heredero a ojos de su padre. Pero Yemons no buscaba ningún heredero.

Con el motivo de buscar más aliados, lanzó una campaña entre los más allegados del rey Nacan, buscando la traición dentro de su círculo más cercano. Para acercarse a ellos se valió del cuerpo de su hijo Redandcrow, con el que se vistió para acudir a la fiesta de cumpleaños de su nieta Siena. De esta manera fue testigo del despertar de su magia. Pero no pudo en ese momento darle caza, pues aún no era lo suficientemente fuerte para enfrentarla. Además, aún debía descubrir de lo que podía ser capaz la joven. Quizás le valiera más como aliada.

Esa visita le valió también para saber a quién debía engatusar para traicionar al rey. Identificó a unos hombres susceptibles a los placeres que él podía otorgarles a cambio de esa vil traición. Los invitó a un banquete, en un remoto lugar de Naenia al que Yemons por fin había conseguido entrar embargándolo con su magia negra. Para su sorpresa, su invitación había pescado al hombre que necesitaba. El más leal al rey. Si él había acudido a la llamada, todo sería posible.

—Me complace que hayas optado por cambiarte al bando vencedor, mi queridísimo Din-Lebdub. Te lo recompensaré. Al fin y al cabo, mi reinado es más legítimo. ¿No lo crees? Me lo arrebataron sin razón —le dijo cuando el banquete había terminado y solo quedaban ellos dos.

Din-Lebdub asintió convencido. Hubiera seguido a cualquiera que le hubiera prometido el cielo, en realidad. El demonio lo miró con seriedad, tratando de averiguar qué era lo que más deseaba. No le fue muy difícil desentrañarlo. No había secretos para la oscuridad.

—Sé de tu aversión por la princesa. Si me ayudas, te dejaré que te deshagas de ella. Pero tiempo al tiempo.

Esas palabras disiparon todas las dudas del soldado. Deshacerse de esa niña malcriada era lo que más deseaba. Lo había querido durante toda su vida, cuando sus compañeros habían ido a explorar el mundo y él había tenido que quedarse cuidando de esa chiquilla como si fuera su niñera.

Desde ese día tomó su tarea con sumo cuidado y preparó su venganza con tanta templanza como había hecho el propio Yemons de Blodewaud. Rezó cada día a la oscuridad para que el momento no tardara en llegar. Y la oscuridad acudió a su llamada.

El demonio lo hizo llamar. Y él se presentó sin vacilar.

—Quiero la cabeza de Siena —fue todo lo que dijo él.

Un susurro en las tinieblas, cuyo eco resonó en la caverna, extendiéndose más allá de las sombras. A Din-Lebdub se le formó una sonrisa sedienta de sangre, los ojos le refulgieron por sus ansias.

—¿En qué punto la carne? —contestó tratando de calmar su deseo implacable. 

Sombras del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora